Hasta cuándo
Mientras Pedro Castillo y su banda delincuencial hacen desaguisado y medio –incumplen las leyes, roban descaradamente, obstruyen a la justicia–, los demócratas buscan una manera legal de sacarlo del cargo. Lo irónico y a la vez ridículo es que la figura de la vacancia por incapacidad moral no procede. No porque no haya pruebas fundadas, sino porque hay parlamentarios corruptos en el Congreso. Ya deberíamos saber cómo robaron, y lincharlos éticamente.
Queda claro que Castillo entró para medrar del Estado. Quienes no quisieron verlo, ahora buscan dirigir la transición a su conveniencia. La alianza con Vladimir Cerrón (condenado por la justicia), la organización criminal que es Perú Libre, han sido replicadas por Castillo con su putrefacta familia, esposa incluida. Los parientes asaltaron el poder, secundados por los colaboradores más cercanos, los ‘amiguis’ del mandatario.
Bruno Pacheco, exsecretario de la presidencia, tiene todas las pruebas contra su exjefe, pero calla. Lo metió en el poder el expresidente transitorio, Francisco Sagasti, al eliminar los requisitos existentes para ocupar tan importante cargo, y debe ser juzgado por ello, política y jurídicamente. Quienes trabajan o trabajaron en Palacio saben perfectamente que el secretario general de entonces, Félix Pino, no eliminó las disposiciones porque le dio la gana.
Habría que preguntarle a ese funcionario qué pasó. Se conoce que es un hombre probo, debe decir quién se lo ordenó. Contraloría calló. Ese nefasto régimen transitorio abrió la puerta a Alí Babá y sus secuaces. La guarida del pasaje Sarratea también es un hito en esta breve pero intensa tramoya de corrupción. El más pavoroso de nuestra historia republicana.
Los colaboradores eficaces, Karelim López, Zamir Villaverde y otros, nunca fueron tan proactivos ni brindaron tanta información como hoy. Una red de licitaciones amañadas, que alcanza a otros ministerios, como el de Vivienda, y que ignoramos. En medio de este indigesto sainete no se ha profundizado en las acciones que realiza la inteligencia cubana, el G2, a través de su embajador en Perú.
De hecho, son los autores de los consejos descentralizados, de los disparos permanentes en esas plazas contra el Congreso. Quieren cerrarlo. Pero cómo: ¿con ronderos, maestros del Fenatep, frentes de defensa que preparan una algarada frente al Congreso para 28 de julio?
La consigna de estos grupos que acompañan a Castillo es clara y previsible: cierre del Congreso y Constituyente. El sueño de la dictadura de izquierda. Los ‘caviares’ morados, encabezados por el exministro del Interior Mariano González, intentaron armar un ‘putsch’ (golpe) al estilo de los progresistas. Llegar a la presidencia sin participar en una elección popular. No les ligó. Sí amplificó lo que ya conocíamos: Castillo protege a su sobrino prófugo (el otro está calladito), a Pacheco y a Juan Silva.
Lo cierto es que los facinerosos siguen regalando puestos estatales y robando a troche y moche. La impávida mayoría de peruanos se pregunta hasta cuándo tendremos al ladrón en el cargo. Y la democracia boba solo encuentra obstáculos aquí y allá pese a que el régimen se zurra en las leyes, pero las usufructúan para permanecer en el poder.
El Congreso está saliendo de su letargo. Esperemos que esté a la altura con una mesa directiva decente y unitaria para encontrar un camino seguro que nos libere de la corrupción. Siempre unidos, claro. Es indispensable.
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