Hartazgo entre las juventudes
Katmandú y otras ciudades de Nepal están inmersas en el caos, tras la muerte de diecinueve personas a resultas de la dimisión del primer ministro Sharma Oli. Esto después de la muerte de un joven que salió a las calles a protestar, por la prohibición de 26 redes sociales. Aunque el verdadero motivo que desatara aquella violencia -con la invasión e incendio del Congreso y las residencias de algunos dirigentes políticos, a quienes dejaron heridos junto a sus familiares dentro de sus mansiones- es la rampante indignación que existe contra la totalidad de la clase política debido al grado de corrupción -y de abuso y exhibición del poder- que campea en Nepal.
La llamada Generación Z -o los millennials (que preceden a la generación Alfa)- está frustrada por la falta de oportunidades que afronta, fundamentalmente debido al desempleo que persiste en el país, y el contraste social proveniente de la inconmensurable corrupción existente en Nepal; nación donde, sin pudor alguno, los politicastros hacen gala de su colosal estándar de vida. Esta asonada ha producido tal efecto, que el citado primer ministro acabó renunciando luego que los manifestantes incendiaron su residencia. Igual ha sucedido con el ministro del Interior, debido al resultado de la muerte de sendos estudiantes que protestaban contra esta grave situación social y política. Por cierto, los niveles de violencia que han desatado esos jóvenes protestantes son pocas veces vistos. Tanto que la coordinadora de las Naciones Unidas -quien llegó para mediar en el conflicto- ha confesado jamás haber visto “grado de violencia como esta”, causada por el hartazgo de las juventudes frente a “la cleptocracia, a la mala gobernanza, al clientelismo y a la explotación de los recursos estatales por parte de unos pocos”. Esto es parte fundamental del grado de frustración que ha creado la corrupción entre la Generación Z, que vehementemente protesta porque no está dispuesta a pasar los siguientes treinta años bajo esta misma condición. Tanto que sus actuales dirigencias la promueven vehementemente como la “única generación capaz de conseguir que nuestro país sea un espacio verdaderamente habitable, por lo cual no tenemos otro remedio sino seguir enfrentándonos al mal gobierno y a quienes ostentan el poder.” Por lo pronto, esta violenta protesta popular ha conseguido que el gobierno nepalí revoque la clausura de las redes sociales, que motivó esa justa protesta juvenil.
En el caso peruano, los politicastros que continúan “gobernándonos” debieran mirarse al espejo. Porque sus niveles de corrupción -como aquellas prebendas que a diario siguen autoasignándose- forman tal fermento de rechazo que, más temprano que tarde, desatarán una colosal tormenta social. Además, tenga absoluta seguridad de que Juan Pueblo no solamente está hastiado, sino indignado con ustedes. Tanto por los niveles de corrupción -que ustedes mismos han establecido- como por los signos exteriores de riqueza que descaradamente exhiben, justamente a expensas de un sufrido -y crecientemente encolerizado- pueblo peruano.
Recuerden, señoritos de esta casta caviar que ha secuestrado nuestro país: el día que el hartazgo explote entre nuestra ciudadanía comprenderán lo que significa “arderá Troya”.
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