Hacia la erradicación de la violencia de género

El 25 de noviembre y el 10 de diciembre son fechas emblemáticas, en función de la construcción de sociedades que convivan bajo el Estado de derecho, la seguridad, el respeto a la dignidad de las personas y un sistema de igualdad que tienda a neutralizar cualquier mecanismo de discriminación y violencia contra las mujeres.

Me refiero al 25 de noviembre que se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y al Día Internacional de los Derechos Humanos. En ambos casos la ONU, promovió los instrumentos legales para que los Estados incorporen en su ingeniería jurídica interna y adopten iniciativas tendientes a erradicar la indefensión de las personas, evitando la vulneración de elementales derechos.

En estos tiempos aún persisten las conductas cavernarias de quienes atropellan derechos básicos y es crucial prestar atención a las campañas de sensibilización desplegadas para combatir estos flagelos, tomando en cuenta que, pese a estar en el siglo XXI, la violencia de género contra las mujeres y las niñas, persiste, afectando a millones en todo el mundo.

Si bien las estadísticas muestran que, de los homicidios y asesinatos perpetrados en el mundo, un 81 % se materializan contra hombres y niños, las mujeres y las niñas, debido a su situación de indefensión, se ven desproporcionalmente afectadas por la violencia homicida en el ámbito privado. Ellas representan aproximadamente el 53% de todas las víctimas de atentado contra su vida en el hogar y el 66% de todas las víctimas de homicidios cometidos por el cónyuge. Sobresale el alarmante dato de que, a nivel mundial, casi 89,000 mujeres y niñas, fueron víctimas de asesinatos en 2022.

Aclaro que el asesinato, de acuerdo a la tipificación delictiva configurada en los códigos penales de los países, implica la comisión del delito con premeditación, alevosía, planificación previa, ensañamiento, con todos los componentes que implica, lo que nos hace inducir que dicha conducta, se la practicó con violencia y el aseguramiento para consolidar su resultado, por tanto, no es lo mismo que un simple homicidio. Estos delitos el pasado año, alcanzaron la cifra más alta registrada en las últimas dos décadas.

Debe llamarnos la atención el hecho de que, el lugar más peligroso para las víctimas de estos crímenes, sea precisamente el propio hogar donde ellas habitan. Es decir, muchas veces, ante la limitada idea de que la calle resulta ser el escenario más inseguro, la autoridad pública y la propia población actúa asumiendo la idea de que, con solo no salir de tu casa ya estás segura. Sin embargo no se sopesa este otro elemento que evidencia que, los victimarios actúan y cometen los delitos atentando contra la vida de sus víctimas, precisamente en un escenario de peligrosa indefensión y desprotección de millones de mujeres que sufren el atentado a su seguridad personal, su integridad física y su vida, en un pleno desamparo, porque, incluso cuando pide ayuda en el momento de que se está perpetrando el crimen, la policía tarda en llegar a su auxilio o definitivamente nunca llega.

En América del Sur Brasil registró un incremento de los feminicidios en los últimos años, mientras Argentina, Colombia y Perú muestran modestos descensos que aún son insatisfactorios.

Lo cierto es que, la violencia contra las mujeres sigue siendo un problema no resuelto, porque además adopta diversas formas, desde la violencia de parejas sentimentales hasta la trata de seres humanos, la mutilación genital y el matrimonio infantil, males que persisten en el contexto de un sistema patriarcal que continúa presente en las democracias occidentales.

Por ello, la problemática expuesta debe ser asumida no como un tema de preocupación exclusiva de las mujeres, sino del conjunto del colectivo humano y especialmente del Estado, para la adopción de políticas efectivas que tiendan a reducir esos alarmantes índices que nos interpelan a todos.

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