Habemus Papam
El “¡Tenemos Papa!” pronunciado el 8 de mayo último, dando a conocer de inmediato la elección del obispo Robert Prevost como nuevo jefe de la Iglesia Católica, genera indudable esperanza no solo por la continuidad de la autoridad eclesiástica, sino por los antecedentes conocidos del nuevo representante de Cristo en la Tierra.
Para mí, como hija, nieta, bisnieta y de ancestros más antiguos aún, de arequipeños, educada en un ambiente de gran devoción mariana, en la advocación de la Virgen de Chapi, la elección ocurrida en un mes de mayo tampoco es casual y refuerza la confianza en que la Iglesia Católica habrá de superar las dificultades y confusiones que caracterizaron los últimos tiempos del pontificado de Francisco, debidas –creo– a su precario estado de salud y al aprovechamiento que de ello hizo algún sector poco leal a la doctrina y magisterio católicos. Pruebas al canto: mantener como arzobispo de Lima (que llegó a cardenal incluso a fines de 2024) y obispo de Huancayo a personas con más de un cuestionamiento personal y doctrinario y clara indiferencia respecto a la defensa de la vida desde la concepción.
Es también de especial buen augurio que el nuevo sucesor de Pedro haya ejercido su ministerio sacerdotal por varios años en el norte del Perú, e incluso tenga la nacionalidad peruana y pertenezca a la orden sacerdotal de San Agustín, quien ejerció su labor clerical en África y dio especial batalla contra corrientes heréticas de su tiempo (siglos IV y V).
Solo queda rezar por quien está próximo a inaugurar formalmente su pontificado y para nunca olvidar que Cristo Salvador ama y cuida a Su Iglesia.
No me preocupa que hace una década, probablemente mal informado, el entonces obispo Prevost, en ocasión de una de tantas entrevistas concedidas a los medios de prensa peruanos, haya opinado que el presidente Fujimori debería pedir perdón a las víctimas que hubo durante su gobierno, sin precisar a quiénes se refería. Los seres humanos –los sacerdotes lo son– merecen que sean respetadas sus opiniones, más aún en temas políticos, de principio opinables.
Más me alienta la defensa expresa, escrita, del obispo Prevost en favor de la vida, contra la ideología de género y en favor de la familia natural, compuesta de madre, padre e hijos.
Repele, sí, que públicos denostadores de las enseñanzas de la fe católica busquen parapetar sus odios –e incluso responsabilidades penales– buscando oportunistamente una foto con el Papa León XIV. Ya quedarán regados en el camino, al descubierto la tremenda miseria de sus corazones.
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