Gustavo Petro: otro farsante moralista al descubierto
El hijo del presidente izquierdista colombiano, Gustavo Petro, ha declarado lo que era un secreto a voces: dinero del narcotráfico ingresó a la campaña de su padre del 2022. Nicolás Petro ha asegurado a la Fiscalía tener pruebas para demostrar que el exguerrillero sabía de estas inyecciones de dinero sucio. Por este compromiso, el juez a cargo del caso lo dejo en libertad. Lo mismo ordenó para su exesposa, Day Vásquez, que fue unas de las primeras en poner el dedo en la llaga.
Porque ya antes Armando Benedetti, ex mano derecha de Petro y hoy embajador de Colombia en Venezuela, había advertido, en un audio difundido por la prensa cafetera, que contaría todo lo que sabía sobre el financiamiento ilegal en la campaña electoral del comunista.
Podemos confirmar, entonces, que Petro no era tan prístino como juraba serlo. Para convertirse en el primer presidente de izquierda en Colombia, Gustavo Petro se valió del análogo discurso populista que aquí balbuceó el analfabeto funcional de Pedro Castillo. Con mejores formas que el expresidente golpista cajamarquino (¡daba vergüenza ajena escuchar al ignorante del sombrero!), Petro vociferó que el pueblo era víctima de una abusiva clase empresarial, compuesta por “blanquitos ricos”.
Además, por supuesto, prometió que en su gestión no habría corrupción, pero, ni siquiera ha cumplido un año de gobierno, y ya está embarrado de ella.
Si bien la destitución de Gustavo Petro, a través de la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes y el Senado, es improbable, debido a que sus correligionarios lo van a blindar, ha quedado al descubierto su falsa moralina. El moralista resultó ser más amoral que los que acusó desde su púlpito de barro. Por ejemplo, Petro tuvo el descaro de meterse en la política nacional, al señalar que Castillo fue víctima de un golpe de Estado, cuando ocurrió todo lo contrario, y calificó prácticamente de dictadora a la mandataria constitucional Dina Boluarte.
Gustavo Petro asegura que su Administración durará hasta el 2026, porque el pueblo así lo ha decidido en las urnas. ¿Acaso va a renunciar cuando pierda toda legitimidad, como ya viene ocurriendo? ¡De ninguna forma! Estos miserables rojos son los primeros en soltar como perros a los policías para que atajen con ferocidad las manifestaciones. Y, al tratarse de una movilización en contra la izquierda, los derechos humanos no existen.
A la mala, Colombia deberá aprender, al igual que Perú, que votar por zurdos farsantes solo trae hambre. El único regocijo dentro del caos es que cada vez más gente de nuestros países se está dando cuenta de que la izquierda no solo es inepta, sino también corrupta.
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