Gracias Rizola
“Quiero felicitar de verdad a mis guerreros por lo mostrado hoy”: perdieron.
“No es fácil asumir un resultado cuando se juega en forma tan estupenda”: perdieron.
“Vivo encantado de mis jugadores y su noble entrega”: perdieron.
Son solo algunas expresiones camino a los vestuarios de entrenadores, dirigentes, administradores, generalmente despistados, que creen que el periodismo y los aficionados se comen ese sapo.
O para buscar otros lugares más formales: las conferencias de prensa que son una repetición de falacias con verdades desfachatadas, haciendo todo lo necesario para inferir en sus falsedades universales.
La verdad es una sola, son frases que reflejan que estamos llenos de charlatanes y personajes capaces de vendernos cada mentira con tal de satisfacer sus egos inmensos, quizás más grandes que un estadio en vez de reconocer que las derrotas son eso: perder un partido y resignarse hasta la fecha siguiente. O sea admitir el contraste.
Esta práctica no es nada nueva, ni aparece como mandada por el Divino Hacedor.
Todo lo contrario. Es la detestable norma que muchos han hecho de ese lenguaje su “modus operandi” para embaucar a una afición que lo único que quiere es que le digan en cuatro palabras la verdad.
Por ejemplo:
“Perdimos porque no estamos a la altura del rival”.
“Perdimos porque nuestro contrincante está mejor preparado”.
“Perdimos porque hemos hecho un partido muy lejos de lo que pretendíamos”.
O quizás aún más descarnado, Rizola diciéndonos que estamos en un tobogán sin frenos “con este equipo no le ganamos a nadie”.
Acaso alguien ha escuchado alguna vez una explicación sensata y a la vez ingrata, pero justa y necesaria, por aquellos que blindan a sus jugadores o atletas para impedir que el roche no sea tan grande.
Es como cuando escuchamos justificar lo injustificable con el agregado que ni siquiera se ponen colorados de la vergüenza. No tienen un ápice de rubor frente a un acontecimiento que ha sido tan evidente pero que son capaces de simular con desparpajo y absoluta frescura respuestas disparatadas, tratándonos de estúpidos mentales.
Este verbo que no aprendimos en el colegio está caminando por las calles impunemente sin que nadie lo detenga.
En el ámbito deportivo es tan vigente y efectivo, que al menos, a alguien se le ocurrió decir, que estamos hasta el perno. Que no tenemos nada que ofrecer y que nos preparemos para perder todos los partidos del Mundial sub 17 de Voley Femenino.
El brasileño Antonio Rizola no ha tenido empacho en afirmar y ponerle la cereza a la torta, asegurando además que no ganaremos ni un set. Bueno siquiera algo rescatable, descomprimió la presión de las chicas del seleccionado que jugarán sabiendo que no podemos aspirar a nada.
No será ganador, no nos dejará ninguna enseñanza, pero este caballero ya le arrebató el trono a los insensatos y mentirosos dirigentes y técnicos que no tienen códigos y que les cuesta escupir la verdad. Que disfrazan las derrotas y nos hacen creer que un día lloverá para arriba. Que son capaces de distraernos con tanto fraseo sin basamento, que quieren alegremente migrar frente a esta crisis sin precedentes en el vóley peruano.
Amigos lectores, despierten del sueño, ya pasaron 36 años de la medalla de plata en Seúl. Si no hacemos una revolución de raíz en ese deporte seremos el peor deporte colectivo del país. No lo duden. Puede ser más pronto de lo que pensamos. Volver atrás, imposible. Mirar hacia adelante pero con seriedad es lo único que nos queda.
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