Gotti y Vizcarra
Lo llamaban “el don del teflón”, por haber evadido tres veces el largo brazo de la justicia. Llegado su ascenso, se volvió adicto a la fama luego de ser un personaje de quinta categoría en la estructura de la mafia neoyorquina. Adoraba la atención que los medios de prensa le prodigaban, pese a sus crímenes. Varios periodistas lo buscaron y celebraron en sus columnas su gusto por los ternos elegantes y las medias con sus iniciales. En el cuarto juicio que el FBI y el grupo de intervención del estado de Nueva York le abrió sin que supiera las horas de grabaciones furtivas a las cuales lo habían sometido, parte de la opinión pública ya estaba a su lado y lo defendía.
Hablo de John Gotti, personaje de la cosa nostra que tuvo un efímero esplendor entre 1985 y 1990, tras conseguir el apoyo de tres de los cinco jefes de las familias para asesinar al jefe de la suya, Paul Castellano, y de esa manera tomar el comando del antiguo grupo de Carlo Gambino.
El último gran capo del crimen organizado estadounidense llegó a nuestra memoria cuando vimos esta semana al expresidente Martín Vizcarra presentar firmas ante el JNE para inscribir el partido Perú Primero (en alusión quizás a que durante su gobierno, fuimos primeros en muertes y contagios de la covid-19 en el mundo).
No porque Vizcarra sea jefe de una familia gangsteril pues ni siquiera para ello alcanza su talento maligno. Me refiero a episodios puntuales que los hace comparables y similares. Empezando por lo que digo al inicio de esta columna y corroboran los libros de Carlos Paredes y Martín Riepl: “El perfil del lagarto” y “Vizcarra: una historia de traición y lealtad”, respectivamente. Es decir, que el moqueguano era un político de poca monta que fue ascendiendo en las escalas del poder gracias a trampas y ardides.
Y como Gotti, organizó el año 2018 el asesinato simbólico de su jefe, Pedro Pablo Kuzcynski, negociando con los líderes de otros partidos la sucesión y garantizándoles buena conducta. Pero una prensa groseramente adicta tocó su vanidad, lo empoderó y animó a oprimir el botón rojo del cierre del Congreso. Gozaba de tanta autosuficiencia que convocó a nuevas elecciones parlamentarias sin presentar lista propia y el nuevo Legislativo terminó vacándolo por incapacidad moral, vista las revelaciones de delitos hechas por sus allegados, entre ellos su exministro José Manuel Hernández. Igual a las de Salvatore Gravano contra Gotti.
Hoy un sector de la prensa vuelve a arrullarlo y hasta convierte una canción irónica sobre su infidelidad en un activo político. Como los ternos y medias con iniciales de Gotti. Y el lagarto, con el mismo espíritu de Gotti, quiere sobrevivir en el afecto de una ciudadanía conquistada y adormecida.
Ministerio Público, por favor: apure el expediente de este notorio sinvergüenza. Igual a Gotti, tiene audios que lo pintan de cuerpo entero.
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