Futuro del trabajo vs. trabajo del futuro

En mi columna anterior reflexionaba acerca del futuro del trabajo; es innegable el progreso que estamos viviendo y, como es natural, ha surgido el temor de que la automatización pueda desplazar a los trabajadores y conducirnos a una cantidad inimaginable de desempleados; este temor no es nuevo, ya lo hemos vivido hace dos siglos y esta preocupación ha surgido en reiteradas ocasiones. Las alarmas al respecto siempre van a sonar, nos advierten que industrias enteras van a ser devastadas, acabando con ocupaciones y puestos de trabajo enteros; pero, esa misma advertencia nos hace reaccionar y tomar consciencia de que el progreso nos llevará a cosas nuevas; nuevas industrias que van a requerir personas, nuevos tipos de trabajo van a aparecer, de los cuales ni nos imaginábamos ni podemos imaginarnos. Esa ha sido la historia, y no ha sido para nada negativa.

Los nuevos puestos de trabajo que se han ido creando, en general, han sido mucho mejores que los anteriores; han sido más atractivos, el entorno es mucho más cómodo y seguro; y, sobre todo, son mejor remunerados; nuestra naturaleza humana nos hace capaces de aprender y adaptarnos, siempre tendremos que hacer algo nuevo y siempre vamos a ser de vital relevancia para la economía. Recordemos que, no hace mucho, los automóviles, camiones y tractores reemplazaron a los caballos; en el futuro, las máquinas van a ser capaces de aprender y adaptarse; la tecnología ha invadido y seguirá invadiendo nuestras capacidades humanas. Haciendo un ejercicio de reflexión, se podría identificar las diferencias del avance actual, soportado en las tecnologías de la información y la comunicación, con los otros avances que hemos experimentado en el pasado.

Los avances de nuestro tiempo son exponenciales; por ejemplo, el desarrollo del software va aparejado con el desarrollo de las comunicaciones y el ancho de banda, etc.; atrás quedaron los circuitos integrados de mediados del siglo pasado; el progreso es absoluto y a una velocidad cada vez más acelerada; siguiendo esa progresión, podemos deducir que vamos a ver cosas para las cuales no estamos preparados y verdaderamente asombrosas. Por otro lado, las máquinas han empezado a pensar, aún de forma limitada; ya contamos con inteligencia artificial a nivel humano, las máquinas y los algoritmos están tomando decisiones y resolviendo problemas; y, lo más importante, están aprendiendo; la fuerza impulsora detrás de esto es el aprendizaje automático, algo increíblemente poderoso, disruptivo y escalable. El desarrollo de la tecnología no solo está supliendo los trabajos de bajos salarios, trabajos manuales, tareas básicas que no requieren mayor preparación; es evidente que estas nuevas tecnologías están escalando a nuestras habilidades, con el consiguiente impacto en los trabajos profesionales: abogados, contadores, analistas financieros, entre otros, están siendo reemplazados por la automatización; aquello que pensábamos que jamás sería desplazado o reemplazado, ya está siéndolo y cada vez serán mayores las áreas.

Lo expuesto nos llevaría a pensar en un futuro con gran cantidad de desempleo, subempleo o salarios estancados o disminuidos; a esto debemos sumarle un alto nivel de desigualdad; el tema es muy preocupante y ya está estresando a nuestras sociedades. Desde la óptica económica, no podemos pasar por alto que el empleo es el principal mecanismo de ingresos, el que dota de poder adquisitivo, el que hace posible que se compren los productos y servicios que producimos. Podríamos, en otro orden de ideas, imaginar un futuro en el que tengamos que trabajar menos y dedicar ese tiempo al estudio, al ocio o a pasar tiempo con la familia; esto, sin duda, es una visión estupenda.

De nosotros dependerá la solución de este y todos los problemas que se vienen presentando como desafíos, siempre tomando en consideración el bienestar de todos y en todos los niveles de nuestra sociedad.

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