Fujimori: candidato a los 88 años
En 1989, estando yo viviendo en Israel por motivos familiares, se realizaron elecciones generales en el Perú. Los candidatos finales fueron Mario Vargas Llosa, quien contaba con el total apoyo de los limeños y de la clase media baja, media alta y alta de las principales provincias de nuestro país, y Alberto Fujimori, catedrático universitario, desconocido para la mayoría de electores.
Como sucede hasta el día de hoy, cuando nos vimos frente a un candidato que “apareció” de la nada, entramos en pánico. Recuerdo vívidamente “congelar” la foto del “chino” en un cubito de hielo en la refrigeradora. Todos disciplinadamente teníamos a Fujimori en la hielera, cosa de fe ante el miedo. A pesar de la congelada, Alberto Fujimori se convirtió en presidente del Perú.
En 1990, a meses del inicio del gobierno de Fujimori, la Guerra del Golfo me regresó al Perú. El shock fue grande, vivíamos en una situación de postguerra. No había luz, no había agua, no había grifos, no había seguridad, ni hablar de trabajo, y mucho menos de inversión extranjera. Peor que Argentina hoy. La inflación peruana era de 7,650% ese año, Argentina tuvo 133% cuando Milei asumió. Un país, para muchos, inviable.
Fujimori tuvo la valentía de tomar las decisiones que muchos presidentes no se atrevían, y que estoy segura Vargas Llosa no hubiese tomado, en lo económico, en lo político, en lo legislativo y en la seguridad antiterrorista. En ese momento pasé a las filas del 80% de peruanos que apoyábamos el gobierno de Alberto Fujimori.
Mi padre tuvo el honor de servir a su patria en una de las zonas liberadas por el grupo terrorista MRTA, donde la vida no valía nada y la libertad estaba en manos de sanguinarios ideologizados. Soy testigo de cómo mi padre recibía directo apoyo del presidente Fujimori para los trabajos de recuperación de la población a través de obras y apoyo social para las víctimas del terrorismo, a la par de la exitosísima lucha para la pacificación de la zona oriental de nuestro país.
Fujimori se subía todos los días a los helicópteros a verificar personalmente los avances en el desarrollo del país. Escuchó personalmente y en sus respectivos lugares a los menos favorecidos, estrategia novedosa pues todos los políticos llegan a que los escuchen, pero no a escuchar. Jamás desde un atrio.
El fujimorismo ha sabido sobrevivir a una persecución que aún continúa, convirtiéndose en un partido con un núcleo duro e importante de votantes. Sin embargo, a pesar de su disciplina y evolución política, no ha sido capaz de formar a uno o más líderes que puedan heredar el liderazgo de Alberto.
Hoy Fujimori, después de veintiséis años y mucha agua corrida bajo el puente, quiere volver a postular para presidente de la república. Si su candidatura fuese aceptada legalmente, tendrá que afrontar una campaña política a nivel nacional a sus 87 años, y si gana las elecciones, gobernará entre los 88 y 93 años de edad.
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