ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Fuego y látigo

Imagen
Fecha Publicación: 09/03/2023 - 22:20
Escucha esta nota

Uno de los títulos más sugerentes del libro de Robert K. Massie sobre Pedro el Grande es el que el título de este artículo reseña. En este se describe cómo la mano del autócrata aplasta rebeliones de regiones enteras que en su vasto imperio no estaban dispuestas a aceptar su plan de occidentalización de Rusia. Hoy, en plena posmodernidad, la situación es al revés, por lo menos en el Perú.

En Puno el fuego consume todos los locales representativos del Estado como sedes fiscales, judiciales, comisarías y hasta instalaciones militares a manos de una turba de terroristas, mientras las Fuerzas Armadas y policiales son flageladas a latigazos, piedras, palos, huaracazos y avellanas. Todo esto en Puno, donde los aymaras obligan a ponerse de rodillas a cualquier autoridad de la república que ose entrar en conversaciones con el “poder” central de Lima. Entender lo que está sucediendo en Puno es clave para poner término a una situación que pone en riesgo la integridad y unidad de la república y sus valores republicanos. Estamos frente a una rebelión en toda regla cuyo fin último es la secesión.

Es por esta razón que quienes se han apoderado de Puno, esto es, la mano invisible de Sendero Luminoso, minería ilegal, trata de blancas, tala ilegal y otros delincuentes les importa un bledo el plan que la débil presidente Boluarte ha propuesto esta semana con fines sociales para esta región. De lo que se trata más bien es de la escisión de Puno del territorio peruano mediante el terror. Por eso es que los planes sociales, acompañados de la presencia de las FF.AA. no funcionarán, como funcionó en los 90 del siglo XX cuando Alberto Fujimori derrotó al terrorismo. Mientras más rápido asumamos los peruanos y el gobierno constitucional que estamos en guerra con Puno, más rápida será la solución.

Una guerra no es cosa de juego, menos aún una guerra civil. Pero el costo de no librarla es peor como lo demuestra los 7 militares muertos a pedradas tratando de huir de una turba terrorista que los acorraló en un río que sería su tumba y sin poder lanzar un solo tiro. Tampoco hay que dejarse engañar por las apariencias y por la quinta columna de caviares y rojos. Esas madres aymaras que se lanzan contra la policía con sus hijos a cuestas son parte de una estrategia bastante conocida en la historia universal de las revoluciones. En Francia, por ejemplo, las mujeres fueron las primeras en estar al frente de la toma de Versalles. Sabían perfectamente que el piadoso Luis XVI nunca iba a ordenar que disparen contra mujeres que pedían pan, aunque atrás estuviera la retaguardia de hombres armados. Lo mismo ha ocurrido hace poco en la capital cuando un grupo de mujeres aymaras corrieron con los brazos abiertos y sus hijos a cuestas contra el cordón policial para romperlo y dejar expedito a sus secuaces crear el pánico y el terror.

Exactamente igual hacen en Cajamarca, por ejemplo, cuando de invadir terrenos se trata. Y claro, no falta la quinta columna de caviares que se rasgan las vestiduras porque la Policía responde con bombas lacrimógenas ante esta estrategia clásica de terror que solo engaña a los ilusos. En síntesis, los rebeldes deben ser sometidos por la fuerza de las armas que otorga la constitución y las leyes ya que por la razón es imposible. Desterremos con civilización occidental de nuestra era el fuego y los latigazos que hoy se han hecho amos y señores de Puno.

Mira más contenidos siguiéndonos en FacebookTwitterInstagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.