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Fuego en la Amazonía y tierra negra

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Fecha Publicación: 30/08/2019 - 21:40
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El fuego en la selva amazónica ha reavivado la polémica sobre la acción deforestadora del hombre con su entorno. Durante décadas, peruanos y brasileños han quemado su bosque tropical luego de derribar miles de troncos a hachazo limpio (roza y quema se llama ese sistema agrícola que ha desequilibrado nuestro propio paraíso).

Y hoy, la pira en la que está convertida parte de la Amazonía nos indigna y nos espanta, cuando hemos sido los humanos los que hemos asolado sistemáticamente árboles, animales y flora amazónicas, cual atilas sudamericanos indolentes ante el dolor del jaguar, de la orquídea, del primate y del tapir.

Por fortuna, podemos aún enderezar el camino. El libro “Yana Allpa” de Frederique Apffel-Marglin, Robert Tindall y David Shearer, recientemente presentado en el Perú, plantea usar de nuevo la ancestral técnica agrícola de la tierra negra con biocarbón vegetal (‘terra preta do indio’ en portugués), un fertilizante creado por el nativo amazónico precolombino que enriquece los suelos hasta hacerlos descomunalmente productivos, sin perjuicio medioambiental.

Esa “Yana Allpa” ha sido, sin duda, el más grande invento que las civilizaciones amazónicas han legado al Perú y al Brasil y que, a la llegada de los españoles, permitió sostener a miles de habitantes en nuestras selvas, como consignan las crónicas de los siglos XVI y XVII. Su desuso, provocado por la ignorancia y el prejuicio hacia lo que aún se considera salvaje e infiel (léase Amazonía), hizo que se instaurara la agricultura de roza y quema, deforestando bárbaramente nuestro bosque. Y así estamos ahora, en pleno siglo XXI, con suelos empobrecidos y espesuras desoladas que se incendian, sin darnos cuenta de que los que despectivamente aún llamamos “chunchos” habían inventado una tecnología agrícola milenaria y eficaz porque, a diferencia de nosotros, su cultura sí comulga y coexiste con su entorno natural mientras la nuestra intenta poner al hombre por encima del bosque desgastándolo hasta el delirio.

Los experimentos de la “yana allpa” de la experta Frederique Apffel-Marglin en Lamas, San Martín, junto a las comunidades quichuas lamistas, han sido sorprendentes. Incluso, dentro de los componentes del fertilizante están restos de ceramios amazónicos, como muestra del ancestral vínculo humano con esa tierra madre que nos alimenta (la pachamama de los antiguos peruanos).

Ya estamos advertidos. Esa tierra negra con biocarbón que produce frutos maravillosos, podría ser la solución para la crisis climática que nos agobia. Y de paso, reconoceríamos el aporte cultural de esas civilizaciones indígenas amazónicas que aún nos parecen jeroglíficas, cuando con la Yana Allpa nos han demostrado sobradamente una sabiduría para convivir con un bosque que si hoy se incendia no es por la ira de Dios sino por la necedad humana de maltratar su jardín, su oxígeno, su agua y su alma, síntesis de lo que es, realmente, nuestra gran Amazonía.

Juan Ochoa López