Francisco Miró Q. C.: un siglo de luz y de razón
El maestro Francisco Miró Quesada Cantuarias ha muerto en Lima, hace unas semanas, con un siglo a cuestas de vida. Luego de que las Torres Gemelas se hicieran polvo, escribió un libro fantástico: “El hombre, el mundo, el destino”. Texto magistral porque don Paco sintetizó, en quince capítulos, una introducción no convencional a la filosofía, a la razón y a la búsqueda de la verdad.
Además, allí dejó escrita su última profecía: “la marcha hacia la racionalidad de la historia tiene una alta probabilidad de llegar cada vez más cerca de la meta”. Consoló a la Humanidad al predecir que no terminaremos revolcados en la destrucción nuclear y en las siete plagas bíblicas que la mayoría de los agoreros presagian. Don Paco se murió feliz, augurando el triunfo de la razón sobre las futuras amenazas de la depravación tecnológica y la tiranía.
También le debemos a Miró Quesada Cantuarias el haber puesto la filosofía al alcance de todos los pensares, con esa prosa tan didáctica, lúcida y digerible, como quien se sienta en la mesa del pobre y comparte con él su langosta y su trufa negra del Périgord. Ese es el maestro, el que convierte los arcanos y lo intrincado de la alta filosofía en materia comprensible para casi todos. En el estupendo libro “Paraísos del Saber” de Ingrid Yrivarren, la amada biblioteca limeña de Don Paco, ésa que sobrepasaba los ocho mil volúmenes, salió a la luz. Era el 2015 y ya el filósofo (hijo de Racso) se había retirado, según Ingrid, a leer diariamente a su dormitorio, donde afrontó con serenidad su arribo al siglo de existencia y aún pudo acuñar una de sus últimas frases célebres: “Sin libros, algunas personas no podríamos ser felices”. Se va a sentir su ausencia.
Muchos jóvenes de ayer aguardamos sus aportes dominicales para saber más, Y él, que había hecho reflexionar al mundo que la filosofía latinoamericana existía y pervivía, nunca se dio cuenta cuánto influyó en esa generación perdida de muchachos de los ochenta que fuimos nosotros. Pasará otro siglo más, en este país que aún apenas sabe leer, para comprender cuánta luz puso en la tiniebla peruana don Francisco Miró Quesada Cantuarias.