Francisco debería visitar Argentina como lo hizo Juan Pablo II
Un día como hoy, 11 de junio, pero de 1982, en el marco de la guerra de Las Malvinas, Su Santidad, el papa Juan Pablo II –luego elevado a los altares por su canonización–, visitó Argentina. Su fuerza pontificia y como pastor universal fue clave para la búsqueda de la terminación del conflicto que mantenía Argentina con el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Ahora, el papa Francisco, que ha dado signos visibles de querer visitar su patria, debería también considerar la posibilidad de hacerlo. La diferencia es que ahora no hay guerra y ese contexto debería coadyuvar para que Francisco se decida por llegar hasta Argentina a la que no ha vuelto desde que fuera elegido Santo Padre en 2013. Pero que fue lo que pasó entre Londres y Buenos Aires. El pasado 2 de abril de 1982 se dio inicio a la Guerra de las Malvinas que enfrentó a Argentina –gobernaba el general Leopoldo Fortunato Galtieri– contra el Reino Unido (RU) –era primera ministra Margaret Thatcher–, y como ha sido siempre en el discurso nacional de la tierra de Libertador Don José de San Martín, el presidente de turno –esta vez, Javier Milei–, ha vuelto reivindicarlas. La actitud de la cancillería bonaerense ha sido siempre la firme voluntad de volver a una mesa de negociación a la que Londres se niega rotundamente. No es extraño, entonces, que la soberanía del archipiélago siga siendo objeto de una indoblegable posición argentina de reclamo frente a una recia actitud británica de dominio territorial como en los tiempos de la era Victoriana. Un verdadero descalabro que no se condice con las reglas del derecho internacional contemporáneo que proscribe la tenencia de posesiones ultramarinas. El Reino Unido con su monarca Carlos III deberían despojarse de esa actitud recalcitrante de seguir amparando en pleno siglo XXI prácticas colonialistas del pasado. Las reglas cambiaron desde mediados del siglo XX y la persistencia británica es incompatible con las normas de la convivencia internacional contemporánea que recuerda que constituye una violación del gran de la histórica Paz de Westfalia (1648) que puso fin a la Guerra de los Treinta Años en Europa, del principio de soberanía territorial que históricamente le corresponde a Buenos Aires. Hace bien Argentina en mantener como política de Estado el permanente e indesmayable reclamo sobre las islas que cobró la vida de más de 900 soldados, la mayoría argentinos. El RU debería anunciar su retiro para siempre de unas islas lejanísimas, ubicadas a 8,058 millas de distancia –12,968 kilómetros–, que jamás les perteneció. Bien haría Francisco en volver a su patria para coadyuvar con su autoridad moral en la referida reivindicación.
Excanciller del Perú e Internacionalista
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