FODA Perú 2023
El 2023 ha sido un año de fenómenos políticos, sociales y naturales extraordinarios para el Perú. La violencia de inicios de año, la crisis institucional y política que vivimos, la criminalidad desbordada y los estragos económicos del fenómeno de El Niño hacen propicio un análisis FODA (fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas) de nuestro país, a fin de poder reconocer un panorama a mediano y largo plazo.
Respecto a las fortalezas, se podría decir que el gobierno de Boluarte se muestra cohesionado y firme, su alianza asimétrica tácita con el legislativo permite una gobernabilidad institucional que no se veía los últimos años en el Perú.
La autonomía e independencia del BCRP es otra de nuestras fortalezas, pues permite un manejo técnico de la moneda, siempre ciñéndose a fórmulas clásicas que son las que mejor funcionan.
Las oportunidades para el país son infinitas. El contexto internacional y la posición geográfica del Perú lo hacen propicio para atraer cada vez más inversiones. El megapuerto de Chancay es uno de los ejemplos más concretos de las oportunidades a futuro, pues apunta a convertirse en el puerto más importante de toda la región; algo que siempre ha preocupado a la geopolítica de nuestros vecinos.
Los avances para el ingreso a la OCDE son otra oportunidad a considerar, pues se viene trabajando en estándares internacionales que generen las condiciones propicias para asegurar el desarrollo de nuestra población.
La informalidad como fenómeno también podría ser una oportunidad, si se deja de tener una lectura no contextual de este fenómeno y se plantean mecanismos de desarrollo realistas, a partir de una sociedad como la nuestra: que no confía en su Estado.
Las debilidades son tal vez las que se notan con más claridad, pues suelen generar indignación en la población. La crisis política e institucional expresada en la alianza asimétrica tácita entre el Ejecutivo y el Legislativo (que pone en riesgo la separación de poderes), y en la guerra institucional por el Ministerio Público, son de las más importantes debilidades del sistema, pues generan su desprestigio, y ponen en su contra a la población.
Otra debilidad, relacionada a las anteriores, es la mala utilización de las instituciones del Estado y de su presupuesto; es cada vez más notorio que la administración pública ha vuelto a ser copada por partidos políticos, generando una situación similar a la de los años 80, cuando pertenecer a un partido político aseguraba un puesto de trabajo bien remunerado, muchas veces innecesario. Algo irracional en un país donde la mitad de empleos formales son en el sector público.
La corrupción es nuestra debilidad más endémica, y parece habernos acompañado incluso desde antes de ser república. La Contraloría estimó que solo en 2022 la corrupción le costó al país unos 24 mil millones de soles, dinero que hubiera contribuido a cerrar la brecha de pobreza, la falta de infraestructura (incluyendo prevención para desastres naturales) y la falta de servicios que afecta a nuestra población; dinero que nos robaron a todos los peruanos.
Y, por su puesto, el incremento del crimen organizado y de las economías ilegales a lo largo del país es tal vez la debilidad que más nos atemoriza. La crisis institucional que vivimos, sumada al fenómeno de la informalidad, la corrupción a todo nivel que sufre el país, la crisis migratoria que trajo millones de extranjeros, muchos ilegales, y la violencia de inicios de año, que claramente se había venido planificando, fomentaron la metástasis de estos males.
Dadas las circunstancias, no resulta raro que casi el 80% de los peruanos no se encuentren conformes con la democracia como se vive y que casi la mitad de la población estaría dispuesta a que el país dejara de ser una democracia.
Las amenazas son claras: el colapso del sistema debido a sus fricciones institucionales internas o fomentado por la presión de la violencia criminal que asola al país, algo que podría verse reflejado en las elecciones generales del 2026, con un próximo presidente abanderado de un mensaje radical y polarizante, que plantee un nuevo inicio, un nuevo sistema, un Pachacútec.
Las posibilidades de que el país vuelva a incendiarse como a inicios de año se ve lejana; el fallo contundente de ese momento de violencia, ha apagado la movilización social por un tiempo.
El escenario a mediano plazo es nuestra mayor amenaza, y lo que pone en riesgo nuestras mayores oportunidades de desarrollo, pues la incertidumbre y posibles amenazas que generan las debilidades del país, son tan extremas, que muchos inversionistas deben estar esperando que el escenario cambie antes de arriesgar dinero en el país.
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