Feminicidios en alza
A la fecha, han sido asesinadas 54 mujeres en el Perú. Esa cifra no se detendrá. Son muertes mayormente perpetradas por las parejas o exparejas de las víctimas, por el hecho de ser mujeres. En 2022 llegó a la aberrante cifra de 137. Cada 2.6 días se produjo un femenicidio. En América Latina, Honduras encabeza la tenebrosa lista, le sigue República Dominicana. Pero el Perú no tiene un puesto alentador. La frecuencia es indignante.
No se piense que somos el único continente de ‘matamujeres’. En España ocurrieron 49 feminicidios en 2022. Cada 7.4 días, uno. Es de las cifras más bajas de Europa. Un asesinato cada semana, estremecedor. El modo de ejecutar a estas mujeres es realmente salvaje.
Se nos quema, se nos echa ácido muriático, se nos tortura, viola, acuchilla, balea. La crueldad es reveladora. Se nos masacra por ser del sexo opuesto.
Detrás de cada muerte, hay siempre un drama, niños traumados, desamparados, familias destruidas. La afectación psicológica de saber que se tiene un padre que mató a la madre es devastadora. Difícil recuperarse de ello. Lamentablemente, en el Perú, las sanciones, la justicia, llegan con una lentitud que evidencia tolerancia de la administración de justicia, integrada principalmente por varones.
Es necesario también replantear el marco jurídico que nos resguarda, que las mujeres participen más activamente en la elaboración de nuevas normas y que haya una condena rápida y dura. ¿Qué atenuante puede tener semejante maldad? La educación es otro punto importantísimo. Los colegios deben abordar el feminicidio y promover, pedagógicamente, el respeto a la mujer como un mandamiento. Apostemos por este vital aprendizaje.
Frente a esta brutal realidad –la violencia contra la mujer incluye golpes, violación y todo tipo de vejámenes–, no hay una actitud reactiva de parte de los sucesivos gobiernos, congresos y organismos judiciales. Tampoco los regímenes realizan campañas de comunicación para reducir siquiera en algo estas muertes.
Cuando decimos campaña, nos referimos a una acción sostenida, sujeta a medición y evaluación permanente. Cierto es que tenemos un problema con la politización extrema de muchos medios de comunicación y la probabilidad que se haga trueque del dinero para publicidad por el apoyo al régimen de turno. Esperemos que ello se pueda controlar. No es descabellado que la prensa se involucre con esta urgencia. Cobrar menos, no rentabilizar, etc.
Detrás de estos asesinatos hay una relación de pareja tóxica. Las mujeres deben estar alertas, reaccionar ante cualquier maltrato y denunciar al varón de inmediato. Pero hay miedo y es comprensible. Miedo a quedarse sin el aporte económico del hombre, si lo da y a quedarse sola. Ese vínculo dañino, de maltratos previos también provoca una baja autoestima en la víctima, lo que la lleva a no reaccionar.
El reciente caso de Katherine Gómez, quemada viva por su expareja, el joven venezolano, Sergio Tarache, nos conmocionó. Es más, fue filmado. Lo insólito es que las personas que estuvieron cercanas al hecho no tuvieron la reacción de perseguir al asesino.
Esperemos sea sancionado, pero no le devolverá la vida a Katherine. No ignoremos la muerte de una enfermera en Puno víctima de una violación grupal. Este problema compromete a toda la sociedad. Las mujeres debemos unirnos y protegernos, dejando de lado las divergencias políticas. ‘Ni una menos’ está en silencio.
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