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Federico Díaz-Granados o donde empieza la luz

Fecha Publicación: 14/12/2024 - 20:30
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“Nadie se muere de verdad si queda en el mundo quien respete su memoria”, decía Juan Bosch. Federico Díaz-Granados, el notable poeta y gestor cultural colombiano, cumple a cabalidad esta máxima al abordar, en su más reciente publicación, una enfermedad transversal; acaso el mayor golpe cuyas réplicas nos hacen temblar a todos. “Grietas de la luz” (FCE, 2024), nos presenta, en primera persona, todo el proceso, a través de sus abuelas: ambas víctimas de Alzheimer. Hay una imagen a la que retorno cuando pienso en los últimos días de mi padre: internado en una clínica geriátrica, lo visitaba todas las tardes para sacarlo a pasear. Lo sentaba en su silla de ruedas y lo llevaba al patio, al centro había una pileta muy parecida a la que teníamos en casa del abuelo. Imaginando que se alegraría por la similitud, le dije que recordaba cuando jugábamos a los barcos; entonces me preguntó “¿y mi papá? ¿a qué hora viene mi papá?”, en ese momento se acercó mi hermana y, acariciándole el cabello, le respondió que el abuelo Antonio estaba muerto. Papá nos miró con un gesto de niño y empezó a llorar desconsoladamente. “¡Por favor alguien que me diga dónde está el niñito! / Tuvimos que decirle que Felipe había muerto hacía mucho tiempo/ de cuarenta y tres años/ y que sigue siendo el niño/ que ahora nos espera con sus chistes y canciones/ en un lugar donde nadie nos recuerda.” Escribe Federico Díaz-Granados. “En las grietas de la luz (¿podemos hacer una pausa?)” se pregunta Taylor Swift, y Federico toma de allí el título, ese punto de apoyo sobre el que reescribe el lenguaje de sus abuelas, los códigos que reconstruye para levantar una poética de la memoria que triunfa sobre el olvido. Dividido en dos partes, es impresionante cómo el poeta habla por sus abuelas, por eso la conmoción al cruzar por estas páginas: nos pone frente a la enfermedad, a lo que significa ser testigos de esa salvaje forma de destruir la memoria, la capacidad de pensar, el desaprendizaje de nuestras labores más sencillas, los cambios de conducta: “Me voy despidiendo/ y no sé decir adiós con las manos. / No recuerdo los ademanes de los saludos/ ni los gestos que se usaban cuando uno se iba de alguna parte.” Hay una película surcoreana que nos relata la historia de Mija quien empieza a sufrir los primeros síntomas de Alzheimer, aún así, se inscribe en un taller de poesía. Mija es testigo de una serie de atrocidades, pero ha perdido la capacidad de reacción, tiene sin embargo a la poesía: le queda la escritura como única acción para expresarse. Las abuelas de Federico también, el Alzheimer las deterioró, pero no pudo con las canciones ni con la poesía. “Grietas de la luz” es el triunfo de la poesía. “Donde se pierde el interés se pierde la memoria”, señalaba Goethe, y Federico es un templario de la memoria. Como tal, un hombre agradecido: “El agradecimiento es la memoria del corazón”, decía Lao Tsé. En estas páginas el viaje es hacia donde empieza la luz, “aunque el amor nos bote un salvavidas/ y nos llame antes de la próxima agonía”.

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