¿Exclusión financiera?
Uno de los grandes problemas que aquejan a los empresarios emergentes es la falta de acceso al crédito que proviene del sistema financiero formal. Hace unos días, el colega Paolo Benza analizó en un hilo de X el negocio de la banca en el Perú. Revisó cifras, informes y estudios del Banco Central de Reserva (BCR) y la Asociación de Bancos del Perú (ASBANC) y los comparó con otros países de la región. El resultado: una penosa performance del equipo nacional.
Perú tiene, por ejemplo, una bancarización que apenas llega al 35%. Comparada con el 80% de Chile o el 50% de Colombia, revela una evidente exclusión financiera sistemática que podemos atribuir, según estudios del Instituto Peruano de Economía (IPE), a las enormes dificultades y trámites que ponen los bancos para dar un crédito o no darlo.
Lo trágico es que, a pesar de esta oscura fotografía, la banca peruana sigue vendiéndonos una ilusión que no existe. Dice que su principal propósito es la inclusión financiera. ¡Nada más alejado de la realidad! El drama se incrementa cuando descubrimos que las ganancias de los dueños de los bancos peruanos superan de lejos a las de los dueños de bancos en otros países.
Los banqueros peruanos dicen que el problema son los topes a las tasas de interés que se fijaron en 2021. Que deberían desaparecer. Pero estos mismos topes existen hace décadas en otros países que sí lograron inclusión financiera.
El problema de fondo es, en realidad, nuestro oligopolio financiero, que pone trabas para evitar competencia en este millonario mercado, el cual solo enriquece a unos pocos.
Resultado de esta exclusión sistemática, el sistema financiero formal ha engendrado a su peor enemigo: el prestamista informal o su versión más penosa: el gota a gota ilegal.
El panorama se complica cuando ese enemigo público del emprendedor se organiza en bandas criminales y hacen una reingeniería del sistema de cobranza para pasar de las llamadas insistentes a enviarte la moto con pistola en mano para cobrarte en casa.
Si el sistema financiero formal no se percata de que eliminar el tope a las tasas no soluciona el problema estructural, entonces estamos en serios problemas. Lo peor que podríamos hacer es exponer al usuario financiero formal e informal a una guerra entre dos frentes que compiten por ser los líderes de la usura y terminarán dejando al ciudadano fuera del sistema formal o eliminándolo literalmente del planeta Tierra.
Si el sector financiero privado no la ve, el gobierno debe liderar una reforma crediticia del sistema financiero que vaya mucho más allá de la represión al gota a gota. Fundar una banca electrónica competitiva que tenga el soporte del Banco de la Nación, por ejemplo, o fomentar la iniciativa privada con nuevos actores de solvencia acreditada son ideas que ayudarían a romper este nocivo oligopolio financiero que nos mantiene en una burbuja de exclusión sistemática. El reto es impulsar una sola consigna: ¡Mayor competencia para la inclusión financiera!
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