Europa, Q.E.P.D.
Europa tuvo un largo proceso histórico para dominar el mundo desde los descubrimientos geográficos del siglo XVI hasta mediados del siglo XX, luego de quedar en escombros tras la Segunda Guerra Mundial. Su poder se basó en un sorprendente avance tecnológico que dejó fuera de competencia a cualquier otro continente tras la Revolución Industrial y un imperio colonial en el que predominaron Inglaterra y Francia en todos los continentes, así como España, Portugal y Holanda, que terminaron quedándose en el camino.
Luego de las guerras napoleónicas, que significaron la entrada de Rusia en los asuntos europeos con una coalición antifrancesa presidida por el zar Alejandro I marchando sobre París (lo mismo había hecho lo propio Napoleón con un Moscú en llamas, incendiada por sus propios habitantes y que fue el principio de su fin), Europa vivió una cierta era de paz continua con la Santa Alianza, un pacto conservador para mantener el principio dinástico y las monarquías en Europa.
Esta larga etapa de paz se rompió con la guerra franco-prusiana, en la que Alemania hizo su entrada en las grandes ligas luego de su reunificación al mando de Prusia y que tuvo como corolario la derrota en Sedán del ejército francés y la caída del Segundo Imperio napoleónico, con la humillante captura de Napoleón III y la proclamación de la república.
El hecho es que Alemania no tenía dónde crecer en el mundo porque llegó muy tarde al imperialismo. Quiso crecer a costa de sus vecinos y ello ocasionó la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, en que en ambos casos fue derrotada, no sin antes haber causado la destrucción de Europa y la entrada, nuevamente, en el ámbito mundial de Rusia, ya transformada en la URSS, que por la fuerza de las armas ocupó toda la Europa Oriental, convirtiéndose además en la segunda potencia mundial con poder nuclear capaz de hacer saltar al mundo.
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