Este y Oeste
De los regalos recibidos, agradecidos, hay uno por el que tengo, siempre le tuve, muy grande estimación y aprecio. Es el dúplex en la Residencial San Felipe, que es mi casa, mi territorio, el espacio donde están archivados, dispersos, en ligero orden y mayor desorden, dibujos, escritos, libros, negativos, fotos. Figuras palabras objetos como los grabados, óleos, acuarelas y acrílicos que miro y me miran tienen los rastros de mi caminata, más o menos larga, con inicios, descansos, reinicios en segundas y terceras temporadas, con hechuras, logros, abandonos, permanencias y algunos, no pocos, olvidos tirados con buena puntería en esos sacos físicos y mentales que en algún momento pueden dejar salir uno de sus encerrados.
Con todo este paquete más otras pequeñas cosas, vivencias y unos especiales privilegios me hago compañía a la que Gretta y Domenickoh, mis gatos, blanquinegros, ponen temperatura de casa y con especiales quietudes y miradas, dicen, anuncian la presencia de los duendes y Ángeles, que suelen venir de visita. Aunque suene a invento o tontería y puede no creerme, digo, no se dejan ver, se hacen sentir.
Escribí, de la compañía de otras pequeñas cosas, pero en realidad son grandes, como tener dos balcones, uno mirando al Este, el otro al Oeste. Privilegio en el piso seis desde el que sin mucho esfuerzo puedo, con absoluta y total conciencia, ver nacer y despedir el día. Regalo de Noritah que me ha permitido hacer fotografías como las que uso en esta crónica. Tienen puesta la mira en la neblina que hace pocas semanas empezó su visita. Llega temprano con el viento de la mañana, viene con suavidad desde el Oeste trayendo una ligera humedad. Unas veces viene como cortina de liviana gasa de grises casi transparentes, otras, es un espeso sólido muro que me borra todo, diría que comiéndose los edificios y marcando su paso con la garúa que se aposenta en la vereda como pequeños charcos. La veo de noche creando, regalándome ese mundo de fantasías, sugerencias, instantes fugaces y también testarudos que se quedan y puedo subir y bajar con el celular y hacer uno dos quizá tres disparos y quedarme con esos momentos que los veo imaginando escenas que las habitan personajes con ricos trajes y joyas o solo arropados con escasas y pobres telas y arpilleras. Puedo darles música, alguna que conozco o algo que se me ocurre les es buena compañía. Y así se formó la pauta de esta crónica que como en la del anterior lunes, con las imágenes en los ómnibus, no usaremos pie de foto.
Ya estoy pensando en una próxima, no tan pronta, podría escoger fotos que tienen el silencio de las sombras de medio día o esas luces del atardecer tejiendo entre árboles, matas y marcando el perfil de las palmeras. Y que digo sin decir, simplemente, son fotos gozando de la residencial, este espacio por el que agradezco al arquitecto Belaunde y el equipo de arquitectos que en su primer mandato presidencial compartieron el criterio, concepto, compromiso y convicción de “el otro” que con sus diferencias y similitudes tiene las mismas necesidades que ellos, y será quien habitará su obra.
coresycalana@ hotmail.com
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