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"Éste es el pan que ha bajado del cielo, el que come este pan vivirá para siempre"

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Fecha Publicación: 17/08/2024 - 20:30
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Queridos hermanos, estamos ante el domingo XX del tiempo ordinario. La primera palabra que nos ofrece la Iglesia proviene del libro de los Proverbios, donde se dice que la sabiduría ha construido su casa, plantando siete columnas. Los Padres de la Iglesia interpretan estas siete columnas como los sacramentos. La Iglesia, en su Sacramento de salvación, como lo expresa el Concilio Vaticano II, ha preparado un banquete, ha ofrecido vino y ha puesto una mesa. Ha enviado a sus siervos a anunciar por toda la ciudad: “¿Quiénes están invitados? Están invitados los inexpertos, los pobres, los faltos de juicio. Venid a comer de mi pan y de mi vino que he mezclado. Dejad la indiferencia y viviréis. Seguid el camino de la prudencia”, es decir, el camino del discernimiento.

Hermanos, lo que se nos está ofreciendo aquí es algo muy importante: saborear la palabra de Dios. Más importante que tener títulos o carreras es transmitir esta experiencia de fe de padres a hijos. Por eso respondemos con el Salmo 33: “Gustad y ved qué bueno es el Señor. Teman al Señor, ustedes sus santos, porque nada les falta a los que le temen. Los ricos se empobrecen y pasan hambre, pero los que buscan al Señor no carecen de nada”.

Hermanos, el Señor nos está invitando a ti y a mí a saciarnos plenamente de Él. Nos llama a guardar nuestra lengua del mal, a apartarnos del mal y a obrar el bien. Es algo que proclama la santidad de Dios, que quiere vivir en ti y en mí.

La segunda palabra es de la carta de San Pablo a los Efesios, donde nos advierte: “No seáis insensatos”, es decir, no viváis sin discernimiento. Aprovechad la ocasión, conviértete hoy, porque vendrán días malos. No os emborrachéis con vino, que lleva al libertinaje, sino dejaos llenar del Espíritu Santo. Hermanos, es importante reflexionar sobre cómo muchas veces el fin de semana se convierte en un tiempo para la destrucción del cuerpo, del ser y del alma, a través del abuso de sustancias y comportamientos desordenados. En cambio, Pablo nos invita a recitar salmos, himnos y cánticos inspirados, a bendecir al Señor y a dar siempre gracias a Dios en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Por eso, hermanos, en nuestras familias, hagamos esto: llenémonos del Espíritu Santo.

El Evangelio según San Juan nos presenta a Jesús diciendo: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Comer y beber el Cuerpo y la Sangre de Cristo es habitar en Él, es entrar en una nueva relación con Él. Sin embargo, los judíos discutían entre sí: “¿Cómo puede darnos a comer su carne?”. Jesús les asegura: “Si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”.

Hermanos, el Señor quiere hacernos testigos de la resurrección. Comer su Cuerpo y beber su Sangre es tener dentro de nosotros la vida eterna. “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Así como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, también el que me come vivirá por mí”. Pero, como en aquellos tiempos, muchos querían el éxito inmediato, la felicidad instantánea, sin darse cuenta de que la verdadera vida está en Jesús, que nos ofrece la vida eterna.

Por eso, hermanos, debemos aspirar a comer de este pan, el pan que tiene el Cuerpo y la Sangre de Cristo, el pan que tiene la inmortalidad. Que este Espíritu habite en nuestras familias y que esta oración también sea por ti.

Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos vosotros.

Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao

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