Estar al otro lado
La última vez que presenté un libro en la Feria Ricardo Palma fue en el 2012. Yo laboraba en el Ilustre Colegio de Abogados de Lima. El constitucionalista Raúl Chanamé Orbe, su decano en aquel entonces, me confió la dirección de la Revista del Foro, las más antigua de las revistas del Perú, por eso el lugar dónde presentarla requería de la misma autoridad y acaso la prestancia de tan insigne documento.
Aquel espacio definitivamente era la Feria Ricardo Palma, su anfiteatro Chabuca Granda, la vitalidad del Kennedy que, una vez más, abría sus brazos a los representantes del ecosistema del libro. Fue así cómo llegó la noche del lanzamiento. Raúl Chanamé dejaba en azul una gestión para la historia, cinco números de la Revista del Foro, una edición digital como quien deja sentado su visión, la asimilación de las herramientas de la modernidad en un año cuando en la ciudad empezaba a democratizarse el Internet.
Todo era nuevo aún para nosotros, pero allí estábamos: en un auditorio lleno, emocionados por instalarnos en una feria que cada octubre, o noviembre, nos devolvía el alma del tradicionalista. Y allí estaba Román Aragón, el mago de la logística, preocupado en que no falten sillas para los expositores ni en qué nos falle el audio, en aquel entonces imperceptible su papel frente a los ojos de quienes estaríamos al frente dispuestos a compartir nuestra experiencia como editores y presentadores de la centenaria publicación.
Han pasado nueve años y, ahora, cuando, gracias a la actual gestión de la Cámara Peruana del Libro, recibí la responsabilidad de la Dirección Cultural, dimensiono la importancia de cada uno de los trabajadores que ejercen su función detrás de cámaras: el papel fundamental de Román Aragón, del sonidista, del luminotécnico, de los jóvenes atentos a que se cumpla con las 84 actividades del programa; con especial atención durante este setiembre que la feria trasmite, en paralelo a las presentaciones del anfiteatro, en sus plataformas digitales. La tarea fundamental de nuestro equipo de prensa, los comentaristas y escritores; todos piezas irreemplazables de un rompecabezas que ha congregado a cincuenta escritores internacionales, y 94 nacionales, con la sola pretensión de reunirlos en torno al libro, a sus experiencias como quien asiste a una escuela abierta. Estoy al otro lado, desde aquí, la feria no solo es una oportunidad para compartir, sino de tocar su médula más particular. “Servir para servir”: esa es su máxima.
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