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Estados Unidos frente a la Crisis Venezolana

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Fecha Publicación: 25/08/2024 - 21:50
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La relación de Estados Unidos con América Latina, históricamente compleja, está marcada por la cooperación y desconfianza. Con la crisis electoral venezolana, la capacidad de Estados Unidos para influir en sus aliados regionales se ve debilitada por ambigüedades y acciones poco contundentes. Las declaraciones de condena y sanciones económicas resultan insuficientes frente a una amenaza que desestabiliza a toda América.

Brasil, Colombia y México, aliados clave de Estados Unidos, adoptan una postura ambigua frente a la crisis venezolana. Estos socios cercanos de Norteamérica evitan una confrontación directa con Nicolás Maduro, priorizando sus intereses por encima de la solidaridad democrática.

Brasil, bajo la presidencia de Luiz Inácio Lula da Silva, mantiene relaciones pragmáticas con regímenes autoritarios; mientras que, en México, Andrés Manuel López Obrador se decanta por una política de no intervención. Colombia, aliado tradicional de Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico, bajo el régimen de Gustavo Petro, muestra reticencias para mantener la estabilidad regional.

La respuesta de Estados Unidos con sanciones económicas y declaraciones diplomáticas hacia Venezuela es insuficiente. La administración Biden ha emitido comunicados instando a las fuerzas de seguridad venezolanas a proteger a los ciudadanos de amenazas y ataques, solicitando transparentar el proceso electoral. Pero parece ignorar que esas fuerzas de seguridad e instituciones están bajo el control del régimen de Maduro.

La falta de acciones decisivas, como la activación de la Carta Democrática Interamericana y un apoyo sólido a la oposición venezolana, sugiere que Estados Unidos está atrapado en un dilema: ¿cómo equilibrar su retórica en defensa de la democracia con sus propios intereses geopolíticos? Mientras tanto, Chile, Argentina, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay rechazan validar la victoria de Maduro ratificada por el Tribunal Supremo de Justicia venezolano. Pero sin acciones contundentes, el régimen continuará consolidando su control y represión.

Esta crisis no es un problema aislado; es una tendencia hacia el autoritarismo en América, respaldada por dictaduras regionales y actores externos como Rusia y China. El apoyo económico y militar que brindan a los regímenes autoritarios busca fortalecer sus coaliciones, contrarrestando sanciones y presiones internacionales.

Estos actores externos complican las estrategias de Estados Unidos en una región cada vez más fragmentada, pero Washington parece no cuantificar el peligro. La falta de una verdadera defensa de la democracia es una señal preocupante para el futuro de América.

Si Estados Unidos desea ejercer una influencia efectiva en América, debe adoptar una postura firme y coherente. Esto podría incluir, además de la activación de la Carta Democrática Interamericana, acciones explícitas de apoyo a las iniciativas de la OEA, CIDH, ONU y Unión Europea, reevaluando su relación con aliados clave como Brasil, Colombia y México, instándolos a asumir una posición en defensa de la democracia.

La crisis venezolana es un reto que Estados Unidos debe asumir con determinación, utilizando sus capacidades para liderar la lucha por la democracia en América. Si bien las sanciones y declaraciones diplomáticas son importantes, resultan insuficientes, debiendo comprometer además a sus aliados regionales. La crisis provocada por Maduro no solo afecta a Venezuela, tiene implicaciones en toda América y, en última instancia, en la credibilidad de Estados Unidos como defensor de la democracia. La solución a esta crisis requiere acciones decididas, coaliciones sólidas, enfrentando los desafíos del autoritarismo en América.

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