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Espejismos…

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Fecha Publicación: 14/08/2024 - 22:50
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Si la memoria no me traiciona, en septiembre de 1996 fui invitado a participar como ponente en un evento intergubernamental, organizado por un movimiento político de centro izquierda, en Caracas. El propósito era debatir ante un imponente auditorio sobre temas de estabilidad política, transparencia y honradez como soportes esenciales de una sólida gobernabilidad, base para una efectiva y eficaz gobernanza.

En ese tiempo, Venezuela ya enfrentaba un clima irrefrenable de inseguridad ciudadana. No se podía transitar por el centro de Caracas debido al peligro de sufrir un violento asalto, y se recomendaba vestirse de la manera más simple posible para pasar desapercibido.

Encontramos entonces a una población venezolana completamente desencantada de sus gobernantes, del sistema político imperante, del gravísimo nivel de casi generalizada corrupción, de un sistema de justicia sin legitimidad ni credibilidad social, y con una pobreza en aumento.

El evento se desarrolló en el auditorio de uno de los hoteles más modernos, ubicado en un distrito cuya alcaldía estaba en manos de una ex reina de belleza. Su jurisdicción era una especie de isla de tranquilidad y orden dentro del caos general que se empezaba a vislumbrar desde que uno llegaba a Maiquetía.

Lo que allí escuché de ministros, viceministros, intelectuales, magistrados, políticos en general y representantes sociales es lo mismo que vengo escuchando en nuestro país desde hace ya varias décadas, en medio de una fragmentación popular con ideas y perspectivas irreconciliables.

Justamente, la convocatoria para ese evento tenía como finalidad compartir experiencias y buscar algunas fórmulas de aplicación urgente para retomar el camino del desarrollo y el fortalecimiento de la democracia. No olvidemos que ya Hugo Chávez se presentaba como una alternativa de orden ante el desmadre existente.

Recuerdo que nunca se llegó a ningún consenso, y cada quien iba por su lado, cargando sus ideas sin contrastarlas con las propuestas de los demás, lo que terminó consolidando el descrédito popular y generando una incertidumbre social de graves repercusiones. Compartí mesa con la entonces presidenta de la Corte Suprema de Venezuela, junto con otros magistrados y asesores. Hablar de proyectos de cambio era conversar con el vacío, porque no había planes ni alguien con ganas de asumir el cambio.

Luego de mi exposición, que incluía un análisis sociológico, antropológico, político y económico del Perú, concluí con la frase: “Todo vacío se llena, por uno o por otro”. Cortésmente le expresé a la señora presidenta de la Corte Suprema que, si el sistema de justicia no asumía un liderazgo de cambio, cualquier autocracia se legitimaría expulsando a toda la magistratura. Pero si aparecía un totalitarismo ideológico, el asalto al sistema de justicia ya no tendría camino de retorno.

Me llamó la atención que muchos intelectuales me dijeran que en el Perú no teníamos nativos indígenas ni conocían nuestra multiculturalidad. Lo cierto es que se impuso el dejar hacer y dejar pasar. Apareció Chávez, llegó al poder y ya sabemos el resto. Que no ocurra eso en el Perú.

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