Espejismos a todo vapor
Una buena campaña de comunicaciones y comunicadores, como tiene el alcalde de Lima a su disposición en algunos medios, cumple su objetivo cuando personas medianamente inteligentes, cultas y con algo de sentido común creen que la responsabilidad de que los trenes donados a la MML por Estados Unidos no operen hoy es culpa del gobierno y del ministro de Transportes. Se podría decir que esa campaña publicitaria, creada por los estrategas del alcalde, es un éxito, pues si gente pensante cree que lo que dice Porky es cierto, con más razón lo creerán personas que están en la luna, y que es la mayoría del país.
Es cierto. Porky ha cumplido. Los trenes, previa campaña publicitaria en Estados Unidos con el alcalde y teniente alcalde mostrando cómo embarcan los trenes con rumbo al Callao y llegando a suelo peruano, han sido suficientes como imagen para dejar a Porky como un político de acción, expeditivo y eficiente. Pero también es cierto que unos trenes almacenados que no cumplen su función de transporte público, para el que están destinados, es un hecho. Y eso es responsabilidad exclusiva del alcalde.
Porky sabía muy bien que no bastaba con traer los trenes. Eso es lo más fácil. Lo más difícil es hacerlos funcionar, y Porky sabía que esto no estaba dentro de sus atribuciones como alcalde, sino en manos del Ministerio de Transportes, es decir, del Ejecutivo.
¿Coordinó Porky con el gobierno, ni bien le fueron donados los trenes hace meses, con el ministro del ramo para ir paralelamente haciendo los trabajos necesarios, las inversiones indispensables, los expedientes técnicos imprescindibles para que los trenes, ni bien estén en suelo peruano, empiecen a funcionar? Pues no parece.
Porky anunció, como si tuviera algún poder sobre el Ejecutivo y sus funciones, que ni bien llegados los trenes empezaría una “marcha blanca” en julio. Pues ya estamos en julio y ni habrá marcha blanca ni marcha seca, porque Porky no parece haber coordinado con nadie lo más elemental: ¿cómo van a funcionar los trenes y cuándo?
¿Se cree ya presidente, que puede desde la alcaldía dar órdenes a los ministros, a la presidenta e insultar al titular de Transportes, cuyo pecado ha sido poner los puntos sobre las íes sobre todo lo que falta en ese proyecto vial que, por razones de sentido común, no estará operativo este año?
Es más, ¿negarse a sentarse con el ministro no es poner trabas a su propio proyecto? Pues si no hay coordinación con las autoridades competentes —y Porky no lo es— va en perjuicio de las expectativas de millones de limeños que le han creído que los trenes estarán en pronto funcionamiento.
¿O Porky ya sabía que los trenes nunca iban a funcionar ipso facto, apenas desembarcaran en el Callao, pero eso era lo único importante para la foto electoral?
Por lo pronto, su estrategia le ha salido bien. Su aparato de prensa ha logrado su objetivo de convencer de que si los trenes que trajo Porky no ruedan, es por culpa de Dina y sus ministros. Total, ¿qué tiene que perder, si la pobre Dina es una piñata peor que Keiko? Nada.
Sí preocupa que Porky se tome atribuciones que no tiene. Ojo: la presidencia —donde él pretende postular— no es una dictadura donde cada uno hace lo que le da la gana sin tener atribuciones constitucionales y legales para ello. Aquí, la Constitución es Dios, y Porky tiene que obedecer y dar cuentas.
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