Espejismo de derecho y de justicia
En el Perú de hoy no es fácil abordar el tema que pretendo y aparentemente es una incorrección política plantear, exigir, una actitud reflexiva y respetuosa de los derechos fundamentales de las personas que son cuestionadas por hechos que incluso rocen con la libertad personal y sexual de una mujer.
Menos fácil aún lo es para quien como yo ha sido víctima de una insistente y perversa campaña difamatoria, que me atribuye haber afirmado la “autotortura” de Leonor La Rosa, persona proclive a la mentira y que dañó a cinco familias de militares a los que acusó falsamente de haberla lesionado. Lo único que exigí fue que se cumpla aquello de que quien acusa a otro de haberla agredido, debe probar su dicho, ya que es un derecho la presunción de inocencia de toda persona.
El último viernes se impuso la máxima sanción a un congresista por supuestamente haber realizado “tocamientos indebidos” a una congresista, que no obstante ser una mujer instruida, empoderada, con recursos humanos y materiales importantes, demoró casi dos años en denunciarlos, pese a que el “tocamiento” se produjo una sola vez.
Las intervenciones en el Pleno de los congresistas que apoyaban a la denunciante, pidiendo incluso que no se debatan los hechos ni la posible sanción, revelan que estamos incursos en una suerte de espejismo en el que valen solo los dichos de quien es mujer, sólo porque es mujer, y nada valen los argumentos de defensa del acusado, solo por ser hombre, y hasta se repudia que intente defenderse.
Estoy seguro de que las catonas y los catones que blandieron su voto para acusar y sancionar al denunciado, ni siquiera habían leído el descargo detallado que él hizo ante la Comisión de Ética ni las declaraciones de terceros ofrecidas por la denunciante. Se hubieran enterado que el acusado negó en todo momento intención de agredir y que esos terceros no presenciaron la supuesta agresión sino solo las expresiones de fastidio que horas y días después compartió con ellos la congresista, señalando su fastidio por un “saludo” que la había incomodado hondamente.
Pareciera que algunos olvidan que mujeres y hombres se reparten casi por igual el número de habitantes del mundo, que ambos tienen igual naturaleza y dignidad como seres humanos y que las acusadoras y sus aliados también tienen padres, hermanos, esposos, hijos y amigos que pueden ser víctimas de ese espejismo de derecho y de justicia que en realidad es tergiversación y ajusticiamiento.
Urge poner luz en la oscuridad.
MCHC04022019