Escuchar, antes de dialogar
Los últimos acontecimientos de protesta desarrollados en la ciudad de Huancayo, desde hace algunos días, y que lamentablemente han ocasionado dos víctimas mortales, debe ser motivo de buscar el camino más adecuado para encontrar una solución razonable a los reclamos de los transportistas y agricultores de dicha zona, pero que indudablemente son las mismas exigencias que pueden multiplicarse con los trabajadores de los referidos rubros en otras regiones del país.
El incremento de los precios de los artículos de primera necesidad en cerca del 100%, además del desabastecimiento de productos que requiere la canasta básica familiar, particularmente en las áreas urbanas, y muchas otras en las zonas rurales, derivado del bloqueo de carreteras, ocasionando pérdidas de muchos artículos comestibles que, por no llegar oportunamente a los hogares, terminan convirtiéndose en inservibles por su descomposición, son consecuencia de la forma como se viene manejando esta crisis económica y social, y que debe ser motivo para que las autoridades del Poder Ejecutivo tomen al “toro por las astas” y, con el apoyo del Congreso, en aquellos aspectos que sea necesaria su intervención, se implementen las medidas que pongan coto a esta preocupante situación en el Perú.
En un Estado de Derecho, como sistema político dentro del cual se cuenta con los instrumentos normativos que regulan el funcionamiento de una sociedad, para actuar democráticamente, en nuestro país y en cualquier otro Estado en el mundo, es sabido que, así como existe una forma mediante la cual la población se organiza para pretender o acceder al poder y tener el control político de una nación, existen los partidos políticos, como medios para lograrlo; y, asimismo, existen los llamados grupos de presión, como forma de agrupación social, que no buscan el poder, pero actúan presionando a quien lo detente a fin de conseguir que éste tome decisiones que favorezcan los intereses individuales de sus miembros.
El gremio de los transportistas y el de los agricultores son típicos grupos de presión que actúan, como es obvio, en defensa de los intereses de sus integrantes y, como medios de actuación, usan aquellos que están a su alcance o que resultan de la no oportuna reacción de la autoridad gubernamental. Para ello, las marchas de protesta, las huelgas o paros, las manifestaciones públicas son, entre otras, formas de manifestarse para obtener su objetivo.
Y, cuando sus pedidos no son atendidos en la medida de sus pretensiones, la forma de actuar se traslada en hacer uso de la violencia, la cual se califica como ilegal, en vista de que su derecho a la protesta no puede afectar el derecho del resto de la población (“el derecho de las personas termina donde comienza el derecho de los demás”).
Es casi frecuente que, cuando se producen reclamos masivos de cierto sector ciudadano, la autoridad, se supone “con buena intención”, promueve la realización de “mesas de diálogo” para, con la intervención de los representantes de la autoridad política y de los directamente interesados, motivadores de las protestas, se converse sobre la forma como pueden ser atendidas las exigencias de los segundos.
La experiencia que se tiene, respecto a esta forma de proceder por parte de quienes manejan la administración del Estado, como la acontecido en la incontrastable ciudad de Huancayo, nos muestra como realidad que el diálogo no ha comenzado, y ni siquiera la instalación de la mesa se ha formalizado, por cuanto la discusión y los desencuentros entre las partes no encuentran cómo estructurar o desarrollar un camino común.
En consecuencia, y a modo de contribución para atender estos justificados reclamos, los cuales pueden seguir multiplicándose a lo largo y ancho de nuestro accidentado territorio nacional, es pertinente llamar la atención que, antes de dialogar con los reclamantes, hay que escucharlos.
Pues, si se obvia lo primero; es decir, el escucharlos, ya estando en la mesa de diálogo, cualquier alternativa de solución que presente la autoridad va a ser producto de “lo que se le ocurra” en esos momentos, sin que dicha solución se fundamente en experiencia técnica especializada que como asunto de política de gobierno requiere.
Primero hay que escucharlos qué reclaman; luego, con asistencia de los técnicos, elaborar las propuestas de solución, y posteriormente dialogar. Ese es el mejor camino.
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