Entre la inercia burocrática y el colapso sanitario
Atender al 36.8 % de la población nacional debería ser motivo de orgullo para cualquier sistema de salud. Sin embargo, en el caso de EsSalud, lo que debería ser una fortaleza se ha convertido en una prueba inapelable de su decadencia. Con un presupuesto de más de S/ 16,225 millones, la institución encargada de proteger la salud de más de 12.5 millones de asegurados opera con ineficiencia estructural, precariedad operativa y, lo más alarmante, sospechas fundadas de corrupción sistemática.
El 50 % del presupuesto de EsSalud se destina a gasto de personal. Otro 25 % va a servicios tercerizados, y apenas el 19 % se utiliza para materiales médicos, insumos y medicamentos. Esta distribución refleja prioridades completamente alejadas del objetivo esencial de cualquier sistema de salud: atender vidas. Mientras las planillas engordan, las salas quirúrgicas se apagan, los consultorios se subutilizan y los pacientes esperan por diagnósticos imposibles ante la falta de equipos funcionales.
El reciente informe del Congreso es contundente: solo uno de los establecimientos evaluados cuenta con un resonador magnético operativo; hay 11 equipos de rayos X inoperativos, 16 ecógrafos fuera de servicio y cuatro tomógrafos inactivos. Peor aún, el 38 % de los hospitales de segundo y tercer nivel no cuenta con categorización vigente, poniendo en duda la capacidad legal y técnica de atender casos complejos.
¿Cómo explicar, entonces, que funcionarios sin resultados y con denuncias por corrupción se reciclen impunemente por más de ocho años al mando de esta entidad? ¿Quién responde por las 7,000 cesáreas innecesarias, que triplican el estándar médico y multiplican los costos sin necesidad? ¿Quién responde por los 10,000 millones no ejecutados en 2024, mientras hay enfermos esperando atención en pasillos y camillas improvisadas?
Las salas de emergencia en los hospitales de EsSalud están cinco veces más congestionadas que el estándar permitido. El 100 % de estos servicios presenta pacientes en pasillos o sillas de ruedas, el 45 % permanece en observación por más de 12 horas, y 35 % de los casos no deberían ni siquiera estar en emergencias, sino en consulta externa. Es el síntoma más evidente de un sistema saturado, mal diseñado y peor gestionado.
Según el informe congresal, más de 12,000 contratos de locadores y servicios tercerizados podrían estar ocultando mecanismos de corrupción institucionalizada. El control interno es calificado como “inmaduro, ineficaz y perverso”, una frase tan dura como precisa. Peor aún, se señala la existencia de funcionarios con filiación política, nombrados por acuerdos de conveniencia entre el Ejecutivo y partidos como APP y Perú Libre, lo cual convierte a EsSalud en un botín político antes que en una entidad al servicio del asegurado.
¿Hasta cuándo el silencio?
La ciudadanía exige respuestas, y no simples informes. La encuesta semanal de EXPRESO en X fue clara: el 100 % de los encuestados pide una reforma urgente. Pero no cualquier reforma. Se necesita una transformación real, con participación activa de los asegurados, blindada contra el clientelismo político y con énfasis en gestión técnica y meritocrática.
La salud no puede seguir siendo rehén de ambiciones políticas ni plataforma de negocios. El Seguro Social de Salud (EsSalud) debe reformarse desde sus cimientos: eliminar la corrupción, modernizar su infraestructura, poner la atención médica por encima de la burocracia y garantizar condiciones dignas para médicos, pacientes y trabajadores.
Hoy, la vida de millones de peruanos está en juego. Y no se salva con discursos ni con cifras maquilladas. Se salva con decisiones firmes, responsables y valientes.
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