Entre apagones y desagües colapsados
Transcurría la vida normal para un gran sector de Ica, cuando de pronto al caer la tarde de este último sábado, a golpe de las 18:00 horas se fue súbitamente la luz haciéndose tinieblas y lugares de alto flujo hotelero y de pizzerías como la Residencial La Angostura, considerada como uno de los pulmones ecológicos de la ciudad por sus extensiones de áreas verdes, se mantuvieron sin energía eléctrica entre 24 y 32 horas continuas, en pleno verano con temperaturas superiores a los 31 grados centígrados, originándose también el corte de agua potable, con el consecuente caos en materia de alumbrado público y domiciliario y la descomposición de los alimentos en las viviendas y comercios.
A más de esto, la empresa distribuidora de electricidad se mantuvo en la clandestinidad, sin dar cara a sus usuarios, el teléfono para reportar emergencias o quejas colapsó, no hubo por “más de un día” quién diera información sobre la restitución del servicio y se evidenció en la cancha que no tenían idea de la ubicación de la falla; lo que obliga a reflexionar sobre el accionar del encargado de “supervisar y fiscalizar las actividades de estas empresas”, Osinergmin, organismo estructuralmente constituido por dos áreas: Regulación y Fiscalización, en la primera pensamos se viene haciendo un aceptable trabajo como lo hemos comentado en columnas anteriores; sin embargo, no podemos decir lo mismo de la segunda (Fiscalización), porque cómo entender que en plena época de ingeniería 4.0, de redes inteligentes, se pasen horas sin encontrarse el desperfecto de un servicio que se brinda.
Conocedores señalan que técnicamente los estándares internacionales obligan a estas empresas a mantener una tasa de falla inferior a 10 horas “por año”, por lo cual se esperan sanciones ejemplares.
Pero lo de Ica no es comparable al desastre presentado hace más de cinco días en San Juan de Lurigancho, el distrito peruano con mayor población (1 millón 38 mil 495 habitantes, Censo 2017), donde heces y orines irrumpieron en los hogares y vías públicas, alcanzando en algunos casos el metro y medio de altura, que ha obligado al Gobierno a declarar la Emergencia Ambiental y estimamos que lo peor aún está por venir, cuando se sequen las aguas servidas y el polvillo de bacterias sea respirado por los vecinos y cubra piel y alimentos.
Nos preguntamos ¿cómo ocurrió un evento así?, ¿por qué ante los primeros aniegos Sedapal no tomó acción?, ¿se hubiera podido evitar el grado de siniestro alcanzado?, ¿dónde está Sunass?, y ¿dónde también Osinergmin?, porque junto con la llegada de las heces se presentó corte de luz. Ya hay una víctima mortal y miles de damnificados. Esto tiene responsables, se ha jugado con la salud pública. La cárcel es poco como sanción.