Engaño
Se trata de una película rodada en Italia sobre las relaciones en una familia disfuncional. Estas relaciones tienen su origen en la personalidad de sus miembros y en una falta de madurez y educación, que provoca sentimientos encontrados. Como epílogo, cada integrante de la familia realiza su vida con la finalidad de encontrar su propio equilibrio.
Gabriela, el personaje principal, forma una familia con un médico y tiene tres hijos. A los diecisiete años quedó embarazada y no pudo criar a su hija Chiara, porque su padre, de pensamientos rígidos, la dio en adopción, y la madre biológica nunca volvió a saber de ella. Esta situación creó un vacío muy profundo que llevó a Gabriela a desarrollar una depresión intensa, con intentos de suicidio. Se arrojó al mar y fue rescatada; a partir de allí tuvo episodios depresivos, aunque logró casarse. La relación con su esposo se vuelve distante, hasta el punto de que él mantiene una relación paralela con la mejor amiga de Gabriela. Esta situación la devastó. Sus tres hijos crecieron con problemas emocionales: los dos varones enfrentan problemas de identidad. El mayor, casado y con una hija, mantiene una relación homosexual con un policía, con quien finalmente termina solo. El hermano menor sigue una vida indefinida, mientras que la hermana nunca establece una relación amorosa, sintiendo que nadie la querría. Su baja autoestima se atribuye a una infancia y adolescencia marcadas por la carencia de amor paternal y maternal, ya que su madre, siempre deprimida, no podía ocuparse de ellos. Así, llegaron a la adultez.
Gabriela conoce circunstancialmente a Elia en la cuadra de su casa, cuando él se queda varado con su carro. Ella lo ayuda y lo invita a pasar a su casa. Mientras esperan la grúa, él la besa y abraza, despertando en ambos una atracción apasionada. Gabriela tenía sesenta años y Elia treinta y cinco. Sin embargo, Elia era un gigoló que vivía de las mujeres, generalmente buscando personas mayores con dinero. Estas personalidades suelen ser emocionalmente dependientes y buscan afecto, aprobación y estabilidad económica. Aunque era un estafador encantador y sin capacidad afectiva, él se sentía bien junto a Gabriela porque ella le satisfacía todas sus necesidades. Ella, por su parte, se sentía llena de vida como mujer y, dejando de ser objetiva, decidió casarse con Elia, aun sin saber mucho de él. Sin embargo, descubrió que Elia mantenía una relación amorosa con otra chica que estaba embarazada. Ambos se aprovechaban de Gabriela, hasta que ella decidió no casarse y tiró su vestido de matrimonio al mar. Se dio cuenta de que estaba siendo utilizada y aceptó una relación abierta con Elia, para continuar su vínculo libremente. Era consciente de que formalizar un matrimonio no iba a funcionar, pero al menos sentía cariño y pasión. No obstante, el engaño seguía presente, y ella concluye con sus propias palabras: “Antes que morir de desilusión, mejor un engaño que te dé la vida”. Hay que ponerse en el lugar de Gabriela: “había tenido todo y no tenía nada”, pero sentía amor, cariño y pasión. Vivía el momento, aunque nunca antes había tenido esas experiencias; ahora, la hacían sentir viva. Bajo otras perspectivas, podría calificarse de baja autoestima, aunque depende del cristal con el que se mire la vida existencial de las personas.
¿Cuántos casos en la vida real reflejan estas experiencias? No solo en mujeres, sino también en hombres que nunca se sintieron amados o queridos por diferentes razones. Sin embargo, sus parejas les hacen sentirse bien, aun sabiendo que probablemente no llegarán a nada. Pero viven, se ilusionan, se apasionan. Nada es perfecto en la vida. Hay momentos en los que lo racional queda en un segundo plano, y las vivencias satisfactorias son las más gratificantes. La vida de cada ser humano busca complementarse con su pareja para encontrar su equilibrio: “todo en la vida es relativo; vivimos de las compensaciones emocionales”.
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