En los zapatos del otro
Hace unos días, desconcertado por los más de 50 muertos en las protestas, escribí en mi muro de Facebook: «No es 1980, es el 2023. Solo la indolencia, el cinismo y la crueldad explica que Boluarte no renuncie». El historiador Germán Peralta comentó que me había dejado ganar por el apasionamiento. Créame, querido lector, que no hubo apasionamiento en mi post. Por mi formación ideológica conozco las estrategias de izquierdas y derechas. Éste, sin embargo, es un momento que debemos mirar más allá de esa dualidad. Vivimos (o sobrevivimos) en un país cuyas poblaciones se desconectaron hace décadas de toda ideologización, esto lo hemos visto en cada elección cuando fuimos testigos de cómo la antipolítica impuso sus candidatos. Partidos como empresas cuyos líderes fueron y son aún sus propietarios, con candidatos al Parlamento quienes, para serlo, no necesitaron representar ningún sector, sino cubrir una cuota para obtener un número. La política se prostituyó, respetable lector.
El resultado es un Estado de espaldas a los grandes problemas nacionales y de eso se aprovechó no solo una derecha voraz para engrosar sus billeteras, una izquierda cínica en la construcción de narrativas que le permitió parasitar en todos los gobiernos, sino también los líderes de una informalidad, y pillaje, que durante años estuvieron en la sombra bancando y promoviendo a esos candidatos. ¿Que hay azuzadores? Por supuesto que hay azuzadores. ¿Que hay discursos de odio? Por supuesto que hay discursos de odio y, además, separatistas. Cuando escribí que Dina Boluarte debe renunciar, no lo hice derrotado por el apasionamiento, lo suscribí con plena conciencia de quien reflexiona desde la razón. La señora en 38 días de gobierno ha demostrado una incapacidad que la deslegitima para sostener la responsabilidad de liderar la transición.
Boluarte, en esta hora crucial, no está para ensayar soluciones. Su primer error fue el gabinete Angulo, el segundo el gabinete Otárola. No se debe poner de primer ministro al responsable político de las muertes, eso también es azuzar, miremos los dos lados. Pero su error transversal es carecer de estrategia; Boluarte debió evitar estos sucesos planificando de urgencia con la DINI y la Diviac. Exigir que Boluarte renuncie no es ceder al chantaje de nadie ni caer en el juego de la izquierda. Si continuamos pensando así estaremos «razonando» como ahora ella está razonando y el resultado es terrible. Yo considero que Dina Boluarte debe renunciar, el Congreso debe elegir otra mesa directiva y, en paralelo, en lugar de terruquear y vandalizar, el Acuerdo Nacional, la Defensoría del Pueblo y las organizaciones de la sociedad civil deben iniciar una cruzada por el diálogo.
Pongámonos al menos por esta vez en los zapatos del otro, esas personas que están saliendo a protestar (no me refiero a quienes han desnaturalizado las protestas), son peruanos movilizados por la indignación y el hambre, peruanos cuyas poblaciones no tienen electrificación, agua potable, son quienes durante la pandemia tuvieron a sus hijos perdiendo el año escolar porque no tenían redes sociales. No generalicemos ni subestimemos el dolor y la rabia; hacerlo es no haber entendido nada. Esto lo escribo desde la experiencia que me ha permitido conocer y vivir lo que sucede en las regiones de este país que hoy necesita más que nunca del entendimiento de todos. Es eso o sucumbir a la barbarie.
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