En las relaciones humanas hay límites

Cuando terminan los derechos de la persona, comienzan los derechos de los demás, empezando en respetarse a sí mismo y a los demás, delimitándose el lugar que le corresponde a las personas, por eso existen los límites en las relaciones humanas que no deben sobrepasarse, caso contrario no le damos el valor ni su ubicación a las personas. Esta actitud se aprende desde el hogar, la relación de padres con los hijos, que hace cincuenta años atrás existía mucho respeto, consideración, sujeción, dentro de los parámetros de aceptación, a diferencia de la actualidad, los hijos no lo llaman papá, se comunican por su nombre, apodo, hablan lisuras entre padres e hijos, no se respetan las decisiones de los padres, los hijos les dicen: “estás a la antigua”, inclusive les presentan mujeres, toman licor juntos, inclusive consumen drogas. No hay que confundir los buenos modales con el abuso de confianza. Los padres deben dialogar con los hijos en una forma abierta, explicando qué es lo bueno y lo malo, internalizando valores, que sepan los hijos que tienen padres dispuestos a hablar de todos los temas, absolver las dudas, las inquietudes de los hijos sobre el sexo, las primeras experiencias, las relaciones de pareja, la solidaridad entre los amigos, compañeros de escuela en una forma constructiva, que los padres no solamente son papás sino también amigos en quienes los hijos pueden confiar sobre cualquier pregunta que les viene a la mente: el dinero, el ahorro, el gasto, administrar bien los recursos que poseen, la inteligencia, habilidades, dones, saber organizarse, la envidia, la rivalidad, la codicia, corregir los malos hábitos.

En una familia numerosa, respetar a los hermanos mayores, obedecerlos, escuchar los buenos consejos, imitarlos, sentirse unidos, ellos han pasado por las mismas experiencias que estás pasando y, con mayor razón, pueden explicarlas. No ser rebeldes, saber escucharlos, que todo hermano desea lo mejor. Existen excepciones cuando está de por medio el dinero, las preferencias que generan envidias y rivalidades entre hermanos, por eso es importante darles a los hijos el lugar que les corresponde.

La relación de los maestros con los alumnos debe ser siempre constructiva, son los padres sustitutos en la escuela, la universidad, de mucha armonía, respeto, consideración. Igualmente el maestro, en sus clases, debe ser didáctico, que los alumnos lo entiendan, sigan su ejemplo, deben conversar, dialogar sobre los temas académicos en clase, en el patio, despejando cualquier interrogante. Hay alumnos que no rinden muy bien, hay que conversar con ellos, no reprenderlos; todo lo contrario, permitir que los alumnos se abran, quizás la llave del problema está allí. En algunos casos los problemas de la casa los llevan a la escuela y lo que falta es simplemente orientación. Si existen cosas mayores, saber canalizarlos al personal indicado con la finalidad de que los apoye, que puede ser un psicólogo, el maestro de educación física, de música, actitudes vocacionales, falta de rendimiento en determinado curso por falta de atención, se distrae o se desconecta en clase. Recuerdo a un alumno de matemáticas que se sentaba adelante para prestar mejor atención y había un momento que no abstraía el seguimiento del ejercicio y se desconectaba; neurológicamente no tenía ninguna dificultad, las causas eran de carácter psicológico que con tratamiento pudo superar estas dificultades y, en la actualidad, es un excelente maestro de matemáticas y sabe llegar a los alumnos que presentan parecidas dificultades y lo superan.

Conocí el caso de un profesor que trasgredió el límite con un alumno de primaria, que sufría del sistema nervioso, tenía problemas de lenguaje, falta de concentración, socializaba poco con los compañeros y era el hazmerreír del aula; y el profesor, en lugar de ayudarlo, citar a los padres para saber realmente qué pasaba con el alumno, lo ignoraba y lo frustró.

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