En las raíces de Occidente
Este es mi tercer día en Atenas. Llegué el jueves acompañado por los escritores Hugo Francisco Rivella (Argentina), quien acaba de recibir la Medalla Fray Luis de León, en el XXVII Encuentro de Escritores de Salamanca, y Omar Aramayo, el enciclopedista, autor de la monumental “Churata, un diablo baila en los ovarios de la Pachamama”. Recibí la invitación de la Universidad Nacional de Atenas. Han sido días en los que con un grupo plural de intelectuales, liderados por la poeta y traductora Agathi Dimitrouka, hemos intercambiado no solo experiencias poéticas sino preocupaciones políticas. Y aún, desde nuestras diferencias, coincidimos que la crisis más que un problema de izquierdas o derechas, responde a un vacío moral por ausencia de ciudadanía. Así, como quien asiste al ágora para debatir con Pericles, bordeando el mar Egeo, se sucedieron las primeras dos horas en ruta al teatro de Epidauro. Ya en el teatro, frente a frente con la piedra, capturados por el asombro, admiramos en silencio aquella arquitectura, aquel vuelo de águila que concluye posándose en nuestras palabras. Agradecí entonces a todos los culpables que me condujeron hasta aquí. Pero el asombro fue mayor. En la tarde llegamos a Micenas, el antiguo reino de Agamenón. La majestuosidad de la puerta de los leones nos dejó sin aliento. Cruzarla fue retroceder a siglos de historia, centurias que fueron incapaces de acabar con aquellos muros que ahora observábamos con la alegría de estar al centro de la historia. Pero el asombro aún sería mayor: al día siguiente conoceríamos Delfos, el palacio de Apolo, el ombligo de la tierra. Salimos en la mañana, y como quien nos prepara para resistir el milagro, cruzamos Tebas, la ciudad de la esfinge, nos detuvimos en el monte Parnaso y llegamos al lugar al que llegaron Leonidas y Alejandro Magno a solicitar consejo. Fue bellamente perturbador ascender a ese espacio sagrado. Me aferré al libro de poemas y le compartí al recinto las inquietudes que no he dejado de sentir sobre la misión que el destino me reserva. Sitiado por los cerros la dimensión de todo lo que acontece tenía sentido. Hugo Francisco Rivella, Omar Aramayo, Fredy Yezzed, Agathi Dimitrouka, Andrés Morales y estoy seguro que todos los turistas, temblaron frente a esas columnas que no solo resisten sino que sostienen aún el espíritu de nuestra civilización. Mañana viajo a Roma. Presentaré mi primer libro publicado en Italia. Pienso en la región de Abruzzo, imagino Pescara y Martinsicuro y le agradezco a Valeria Di Felice la voluntad de publicarme, y al gran Emilio Coco la generosidad de su traducción.
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