En el nombre de papa
Entre tantos problemas, inseguridad ciudadana, inestabilidad política y escándalos, tenemos una entidad peruana digna de orgullo. Ella no ha sido cuestionada, asaltada, víctima de abuso, ni sujeta a votos de confianza, pero sí vinculada a contratos millonarios, parte de nuestra identidad nacional, participante activa en la vida social mundial y una de las más destacadas: la papa.
Según el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri, 2023), se cultiva en más de 19 microregiones del país, con más de 3,000 variedades registradas, lo cual convierte al Perú en el centro de origen y diversidad genética más grande del mundo. Un verdadero orgullo nacional en esta república subterránea que florece pese al abandono estatal, la sobreoferta extranjera y las pestes globales.
Mientras el caos y la corrupción se expanden sobre la superficie, la papa crece silenciosamente bajo tierra, cumpliendo su rol sin quejarse, sin contratar asesores fantasmas, ni exigir cupos, y menos aún, pagarlos. La papa salvó al mundo y no cobró por ello.
Esta maravilla, cultivada hace más de 8,000 años en la zona altoandina, fue domesticada por civilizaciones preincaicas mucho antes de los tratados de libre comercio. Sin embargo, cuando los españoles la llevaron a Europa en el siglo XVI, no sabían que se quedaría para siempre, convertida en el alimento salvador de la humanidad.
Y sí, literal: la papa salvó al mundo. Como afirma el historiador William McNeill en Plagas y pueblos (1976), esta “emprendedora migrante” fue la única solución real frente a las hambrunas que asolaban Europa en los siglos XVII y XVIII. ¿Por qué? Porque es dócil, fácil de cultivar, de alto valor calórico y resistente al frío. Así, se volvió el pilar nutricional de Francia, Alemania, Rusia e Irlanda.
En Francia, el farmacéutico Antoine Parmentier promovió su consumo para combatir la pobreza alimentaria, y Luis XVI la ofrecía a su corte como “manjar del pueblo”. En Irlanda, la dependencia fue tal que la plaga del tizón en 1845 provocó la muerte de más de un millón de personas. En Rusia, los zares impusieron su cultivo como alimento para las masas campesinas.
A pesar de su humildad, en 2008 la ONU declaró el “Año Internacional de la Papa”, reconociéndola como el cuarto alimento más consumido del planeta y clave para la seguridad alimentaria global.
Mientras discutimos reformas constitucionales que pocos han leído, o debates sobre la legalidad de lo informal, la papa sigue ignorada por el Derecho. ¿Será por su abrumadora popularidad? Como señala el jurista Alfredo Bullard (2007) en Regulación y libertad, el Derecho peruano actúa con miedo al mercado o fascinado por el monopolio, olvidando que hay sectores —como el agrícola— donde la regulación no es traba sino oxígeno.
Y si algo necesita la papa, es eso: aire fresco legal que respete sus raíces.
Un orgullo más. Y, quién sabe, quizás hoy mismo la tengamos en la mesa.
¡Feliz día, papá!
(*) Abogado, docente universitario, consultor legal.
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