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En el desorden, hermanos

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Fecha Publicación: 20/03/2022 - 22:59
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La juramentación de Félix Chero, un sentenciado por patrocinio ilegal, como ministro de Justicia, fue sorpresiva aún en un gobierno informal e inepto, que va acostumbrando al país a las situaciones más insólitas.

Ellos violan todos los días las leyes, las reglas y las más elementales prescripciones políticas. Y no pasa nada. De hecho, Aníbal Torres debió ser destituido del Minjus y procesado cuando se descubrió que su hermano realizaba millonarios contratos con el Estado. No solo no ocurrió eso, sino que fue elevado a la PCM, cargo para el cual es absolutamente incompetente, como se ha demostrado en las últimas semanas.

Torres fue reemplazado por otro impresentable, sin trayectoria ni cualidades, cuyo nombre nadie recuerda, que a su vez ha sido cambiado luego de algunos días en el puesto por el sentenciado Chero.

Estos constantes cambios en los principales cargos del Estado debilitan la ya precaria institucionalidad y hacen imposible una gestión razonable. Pero eso es lo que menos le preocupa a la corrupta gavilla que se ha encaramado en el Gobierno. Su interés es superar las crisis cotidianas que ellos mismos provocan, mientras van copando las colocaciones que realmente les interesan.

Por ejemplo, luego de forzar la renuncia de dos directores de la Dirección de Inteligencia del Ministerio del Interior (Digimin), han ubicado ahí a un personaje siniestro, el coronel Martín Gonzales (a) Conejo, que era el mandamás de ese organismo con Martín Vizcarra, y que coordinaba directamente con él oscuros trabajos.

Y, en medio del caos, se hacen públicas las diferencias en la camarilla encaramada en el Gobierno. La insólita declaración de Torres después de la deplorable presentación de Castillo en el Congreso el martes pasado, no parece parte de un plan compartido –como piensan algunos-, sino más bien una iniciativa frustrada de un sector encabezado por el siempre exasperado y algo perturbado premier.

En efecto, de inmediato fue desmentido por Dina Boluarte, que negó que el adelanto de elecciones hubiera sido propuesto o debatido en el Consejo de Ministros. Ella espera con impaciencia que vaquen a Castillo para sentarse en el sillón presidencial, aliada con la mafia caviar con quien ya tiene preparado un nuevo gabinete, según varias fuentes.

Castillo tampoco está dispuesto, naturalmente, a dejar el gobierno y volver a la escuela de Tacabamba. O a la cárcel. Menos aún Vladimir Cerrón, que conserva la libertad gracias al poder que detenta. Tampoco la caterva de sinvergüenzas que han invadido los cargos públicos.

En suma, más que una hábil estrategia milimétricamente calculada, el exabrupto de Torres y la incursión de Castillo en el Congreso la semana pasada, parecen parte del desorden y las varias iniciativas fallidas que aplican facciones del Gobierno.

El problema es que no siempre pagan sus errores, porque la oposición política se comporta, en ocasiones, tan torpemente como ellos, desaprovechando las oportunidades, desconcertando y desmoralizando a los muchos peruanos que esperan un liderazgo firme y decidido para enfrentar la amenaza comunista.

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