En búsqueda de la paz en el mundo
La convivencia pacífica internacional y el mantenimiento de la paz mundial son, entre otros, los más importantes objetivos que tiene Naciones Unidas, como el más destacado organismo que agrupa a casi todos los países del orbe. Razón por la cual, cuando se producen conflictos bélicos entre dos o más países, además de los organismos regionales, como la OEA, se les reclama una inmediata atención a fin de buscar la terminación del conflicto o la exigencia para un cese inmediato del fuego.
La paz mundial no es, ni debe inspirarse, en concepciones ideológicas ni religiosas; pues, la convivencia de todos los pueblos del mundo aspira a que se pueda hacer realidad la satisfacción de las necesidades de sus habitantes, como compromiso que asumen sus autoridades que los administran, orientando el funcionamiento de sus Estados a la búsqueda del bien común, el cual comprende la necesidad de procurarles condiciones para la realización de las personas, como aspiración individual.
Pero, a ese respecto, es necesario identificar que los organismos internacionales que integran a los Estados, sus decisiones están sujetas al manejo de los intereses de las grandes potencias, las cuales son las que, en su condición de miembros permanentes del Consejo de Seguridad, como es el caso en la ONU y en la OEA, tienen en sus manos la forma o manera de cómo se orienta la solución de los conflictos interestatales. Propuestas de solución que, como es usual y evidente, se inspiran en motivaciones económicas y geopolíticas que, indudablemente, interesan a los países que tienen el control del poder dentro de la comunidad internacional.
En consecuencia, si la gran mayoría de los Estados Miembros de las Naciones Unidas, que hoy suman 193, y los cinco que conducen el Consejo de Seguridad, como miembros permanentes, se pudieran poner de acuerdo para contrarrestar la forma en que se toman las decisiones en el más importante organismo internacional de la Tierra, se podría conseguir que se reoriente su funcionamiento por un camino más seguro, en el que la paz sea el objetivo real, y no quede únicamente como una simple declaración o inspiración, sino que sea el derrotero final que permita asegurar un mañana mejor para la humanidad.
Por cierto, esta convivencia pacífica entre todos los pueblos del mundo debe comprender que la comunidad internacional que los integra funcione de una manera tal en la que la democracia sea también aplicable, como fuente de inspiración para la toma de decisiones; es decir, así como se exige y reclama la vigencia de la democracia en el interior de todos los países, igualmente, debe ser la forma y manera en que se conduzcan los Estados, independientemente de su densidad demográfica, extensión territorial o ubicación en el globo terráqueo, dentro del marco de la comunidad de naciones.
En ese sentido, conflictos como los que hoy conocemos, y que ya duran un prolongado tiempo y aún se mantienen, como es el caso del enfrentamiento entre la Federación Rusa y Ucrania, y el que involucra a Israel con Palestina en la Franja de Gaza, los cuales vienen produciendo muchos miles de víctimas inocentes, deben buscar ya una solución en la que, dejando de lado los intereses particulares de los Estados que manejan el mundo, se tome en cuenta que primero está la conservación y respeto a la no intervención en las decisiones internas de los países y, especialmente, se cuide y proteja la vida humana, como elemento fundamental de la convivencia pacífica internacional.
Lograr alcanzar un nivel de convivencia, como el que aspiramos los seres que hoy poblamos el planeta Tierra, nos asegura crear condiciones sociales, políticas y económicas que nuestras próximas generaciones nos agradecerán. Ese debe ser nuestro compromiso.
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