Empresarios mentirosos
Quienes creemos en la libertad y en la libertad de mercado debemos combatir al empresario privado mentiroso. Uno de estos en el directorio de una empresa privada le hace daño al país, más que un político, porque al privado no lo mueve nadie mientras que el político termina su periodo y vuelve a su casa o directo a la cárcel.
La mentira empresarial genera pérdidas cuantiosas, enreda a los accionistas en tomas de decisión inadecuadas hasta el punto de involucrarse en ilícitos penales, sin saberlo. La mentira es un deporte nacional, y está presente en todas partes, inclusive entre algunos periodistas y entre no pocos empresarios. El mentiroso patológico, el mitómano es ese que quiere ser el mandamás aunque no tenga la más peregrina idea de qué va el negocio, siempre cobija a un sicario encargado de ‘olvidar’ temas importantes en las actas o brindar información engañosa.
Compartir directorio con un mitómano es de las tareas más agotadoras que existen, porque a esos hay que leerles hasta los gestos. Estos pueden terminar destruyendo a la más sólida de las compañías, como comerse un panetón entero truncar la digestión. Una encuesta chilena arrojó que 47% de los ejecutivos aceptaron que mentían para defender los intereses de la compañía. Vaya manera de justificar su inconducta cuando en realidad defienden sus posiciones.
La cultura de la mentira empresarial devasta: pérdidas, quiebras, crisis reputacionales sin retorno y más. Este maligno comportamiento debería contemplarse en la Ley General de Sociedades, LGS, y ser sancionada. Una empresa no puede subsistir si impera la duda y la desconfianza pues socava las bases éticas, competitivas, baja el rendimiento y envenena el clima laboral y lo más peligroso: puede resquebrajar el sistema de libre mercado.
En ese ambiente tóxico, el que habla con la verdad antes que después será desechado. El mentiroso que cree que se merece todo, no soporta a su lado a personas decentes y correctas que con solo mirarlo le recuerdan su pequeñez espiritual e inmensa mediocridad.
El verdadero líder gesta una cultura organizacional que desalienta la mentira, visibiliza el costo que una sola falsedad puede tener para todos, castiga al que oculta o tuerce lo cierto y aviva el fuego de la sinceridad y el respeto. Pero las más de las veces los inútiles encaramados en las empresas de sus papis usan la mentira como la más perversa manera de crear una argolla de protección con algunos de sus pares más débiles de carácter (o chantajeables) y con los subalternos más ambiciosos y menos inteligentes. Esos mantendrán silencio o mentirán a coro y nada cambiará.
Ese pus de gente distorsiona la realidad y lleva a que otros directivos y a los propios accionistas a adoptar decisiones inadecuadas que arriesgan el patrimonio de muchos y pueden dejar sin empleo a muchos más.
Propiciar valores y la transparencia, curan a las empresas infectadas con el pus de la falsedad, principalmente desvinculando al mentiroso que lleva la plaga.
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