Elijamos solo al mejor
Desde la revolución velasquista de 1968, venimos descapitalizándonos presurosamente en capacidades, conocimiento general, fiel cumplimiento de la legalidad, competitividad, educación, y, en general, en todo orden de cosas. La vulgaridad arruinó la erudición y dio paso a la mediocridad, a la estupidez, a la ignorancia, etc., que hoy campea en casi todos los estratos sociales del país. Salvo honrosas excepciones, seguimos perdiendo aptitudes y consecuentemente protagonismo en todos los campos. Salvo la delincuencia, y sobre todo la criminalidad. ¡Y paremos de contar, para evitar mayores frustraciones! Nos aferramos orondamente a extravagancias como concentrar todos los esfuerzos en privilegiar a las mayorías, que muy poco hacen de su parte para aprovechar el esfuerzo de las minorías. Con lo cual, descartamos a muchos cerebros brillantes que hay en las minorías, que bien pudiesen contribuir con iniciativas desconocidas para mejorar al país, y de ello se beneficien las mayorías decididas a aplicarse y a esforzarse para destacar, y aportar algo de su progreso a su nación. Seguimos sobreviviendo a la defensiva de una izquierda muchas veces destructiva, pervertida, totalitaria y violenta, aliada a aquello que encuentre a la mano -incluso al terrorismo- para vengar sus frustraciones, culpando al resto de su desgracia, en muchos casos producto de su dejadez. La prueba está en esa parafernalia de camorras del más escabroso crimen organizado, captando cada día a miles de menesterosos desocupados convirtiéndolos en cómplices de atrocidades que nuestro inservible -y extremadamente politizado- sistema de Justicia resulta incapaz de corregir; sino de todo lo contrario.
Precisamente, otra de las causas de nuestra irrefrenable mediocridad es ese pervertido “sistema” que llamamos de “Justicia”, siendo en rigor un mecanismo justiciero fundado en el chantaje a la víctima y en el castigo al éxito.
Como consecuencia de todo lo señalado, hace décadas que el centro político del Perú no tiene referentes en la sociedad. Hablamos de líderes desde políticos, empresariales, intelectuales, profesionales, etc., que cumplan el papel que les corresponde: DI-RI-GIR a la sociedad. Consecuentemente, no existen paradigmas; por tanto, la sociedad peruana carece de ideas fuerza que guíen su política nacional.
Incluso en el Perú de hoy prima la mediocridad. Y nada menos que en el epicentro de la educación, conducida por mercenarios de la inteligencia acomodados en este sector que, en los países exitosos, solo lo conduce -como promotores, propietarios y conductores- la eminencia gris de la nación; no como acá, ilustres mediocres como los acuñas, lunas, etc.
La eclosión sufrida por el Perú -a criterio nuestro, desde la oprobiosa revolución marxista de Velasco Alvarado- seguirá agravando su supervivencia, mientras permanezcamos cruzados de brazos ante esta hecatombe que continuamos incubando. Basta de inyectar mediocridad como solución a la pobreza. Apelemos a la lógica y démosle oportunidad SOLO a los mejores. Lo decimos con miras a las elecciones del 2026. Quizá se presenten cien candidatos ineptos y dos o tres capacitados para presidente; y miles de ignorantes y solo un puñado de valiosos postulen para congresistas/senadores. Su responsabilidad como peruano, amable lector, será elegir SOLO a los mejores.
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