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Elecciones difíciles (II)

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Fecha Publicación: 10/07/2023 - 22:40
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La semana pasada expliqué abreviadamente cómo en el Congreso de la República las decisiones son tomadas a partir de que cada uno de los 130 congresistas representa un voto. Salvo el caso de la Junta de Portavoces, en que el vocero representa al número de integrantes de su bancada, en toda decisión cuenta el voto individual de cada congresista.

A mediados de mayo último, se logró –con la mínima votación posible, de 87 votos- elegir al Defensor del Pueblo. La elección recayó en una persona muy controvertida, pero de principio con mejor auspicio –espero no equivocarme- que la de mantener en el cargo a una persona designada a dedo por el anterior Defensor y que se había atrevido a discutirle, vía terceros, al Congreso de la República la potestad de elegir al nuevo titular.

También en ese momento se pretendió cargarle la tinta a la bancada de Fuerza Popular por haber aportado sus entonces 23 votos (hoy reducidos a 22), sin tomar en cuenta que había propuesto a una candidata que no llegó al Pleno por no alcanzar voto mayoritario en la comisión.

Se viene la elección de la Mesa Directiva del Congreso de la República (1 presidencia acompañada de 3 vicepresidencias) que conducirá la institución por el año legislativo 2023-2024. Para que una lista –cerrada- sea elegida en primera vuelta se requieren 66 votos a favor. De no alcanzarlos se irá a segunda vuelta, tal como sucedió en julio y en septiembre de 2022 para elegir, respectivamente, la Mesa Directiva y al nuevo presidente del Parlamento.

Nuevamente, se oyen voces que pretenden hacer responsable de la elección a la bancada de Fuerza Popular, que solo representa un tercio de los votos necesarios para elegir en primera vuelta a la nueva directiva. Se ha llegado a plantear vetos para que tal o cual congresista o bancada pueda acceder a una de las cuatro posiciones a ser llenadas.

Coincido en que la presidencia por su potencial rol de encargarse del despacho presidencial de la República en caso de vacancia (por muerte, renuncia, declaración de incapacidad, etc.) de la presidenta de la República sea reservada a quien nunca fue seguidor del vacado P. Castillo, pero es muy peligroso ignorar que el peor escenario posible es que toda la Mesa Directiva quede en manos de pasados y actuales castillistas.

Justo sería que los opinólogos y más aún los ásperos críticos del momento plantearan opciones concretas, con nombre y apellido de sus candidatos ideales y, sobre todo, indicando los votos –suficientes- que ellos representan.

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