El valor de la vida en el Perú
¿Cuánto vale la vida en el Perú? Es la pregunta que me formulé en el entierro en Ica del gran periodista y luchador contra la corrupción Gastón Medina, luego de su vil asesinato a manos de un sicario, de diez balazos, frente a su esposa y su hijito de 10 años.
Gastón le dio valor a su vida entera dedicada a luchar en contra de la corrupción que, desde las diferentes instancias del Estado, golpea especialmente a los más pobres cuyas denuncias y pedidos él acogía mientras se enfrentaba sin medida ni clemencia a quienes, como ocurre hoy en el Perú, consideran que un puesto estatal es la patente de corso para llenarse los bolsillos con el dinero de todos los peruanos.
Para esos sinvergüenzas, la vida vale los 500 soles que seguramente le pagaron al sicario que asesinó a Gastón. Y, por cierto, absolutamente carentes de moral y de valor alguno, la vida consiste para ellos en enriquecerse sin escrúpulo alguno ni mucho menos consideración por la vida ajena.
El pueblo de Ica, que en forma multitudinaria acompañó a Gastón a su última morada, demostró de manera fehaciente —como lo pude comprobar personalmente— que los corruptos constituyen una minoría actuante y que sí existe una conciencia y un rechazo colectivos respecto de esa cloaca de gente, si bien tamizado por el temor y la coerción.
Unos días después, la esperanza resurgió como un rayo en las tierras iqueñas con la juramentación como alcaldesa del distrito de Túpac Amaru Inca, en Pisco, de Fresia Choccña, quien llegó al cargo porque, en su calidad de primera regidora, logró defenestrar al corrupto exalcalde y su banda de ladrones luego de una dura batalla en la cual llovieron las amenazas y su esposo fue objeto de una terrible golpiza. Estuve también ahí.
La cruzada de Fresia ha sido realmente ejemplar: enfrentada a la mafia enquistada en dicho municipio, tuvo que lidiar también con otras autoridades, seguramente coimeadas, que pretendían hacer caso omiso de sus denuncias y que al final tuvieron que alinearse frente a la evidencia palpable de un robo descarado y la fuerte presión de la opinión pública.
Para que la vida sea revalorada en el Perú, necesitamos que personas como Gastón y Fresia asuman cargos públicos para servir al pueblo peruano con honestidad a prueba de balas, eficiencia, vocación cívica y sensibilidad social, no los pandilleros que hoy trafican con los puestos y con vil metal compran conciencias al servicio de sus bastardos intereses.
Me ha dolido en el alma la muerte de mi amigo Gastón Medina. Él y su ejemplo vivirán siempre en el recuerdo de quienes lo conocimos y apreciamos y, por cierto, del pueblo de Ica.
Me levanta el espíritu que luchadoras sociales como Fresia Choccña logren sus loables objetivos. Tenemos que apoyarla.
¡Hay esperanza!
(*) Presidente de Perú Acción
Presidente del Consejo por la Paz
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