El uso de armas en el primer debate entre Donald Trump y Kamala Harris
La muerte de dos estudiantes y dos profesores por obra de un adolescente que disparó contra ellos en el Instituto Apalachee, en Winder, a poca distancia de Atlanta, –además, nueve personas quedaron heridas–, vuelve a poner en debate el uso de armas en los Estados Unidos de América, y sin duda, será uno de los temas durante el primer debate, camino a la Casa Blanca, entre el expresidente, Donald Trump, y la actual vicepresidenta de los Estados Unidos, Kama Harris, previsto para el próximo martes 10 de setiembre, en el emblemático National Constitution Center, en la ciudad de Filadelfia, en Pensilvania. No es un secreto que Trump, tiene una posición irreductible en defensa del derecho de los estadounidenses a la libre tenencia de armas. El exmandatario neoyorquino ha recordado en muchas ocasiones que se trata de una prescripción de la Segunda Enmienda a la Constitución del país o también conocida como Enmienda II, que protege como prerrogativa, precisamente la facultad de los ciudadanos para poseer y portar armas y que, además, está establecida en la archiconocida Bill of Rights o Carta de Derechos estadounidense. La posición de Kamala Harris, ha sido la del partido demócrata, es decir, abolicionista. Sin ocultar mis preferencias por el enfoque y estilo republicano, respecto de su visión del país, en este asunto específico, quisiera decir que no existe una libertad absoluta para sostener a ciegas la referida tenencia de armas. El gran problema para un país como Estados Unidos, el más poderoso del mundo, es que sigue lidiando con la inseguridad en sus diversas manifestaciones, que incluye al terrorismo, que los afectó ostensiblemente en 2001, con el atentado del 11 de setiembre, y ante esta realidad, también es un problema encontrar la fórmula para destrabar el derecho constitucional ampliamente protegido por la legislación en favor de la referida tenencia de armas. Las autoridades estadounidenses deberían entender que solamente contar con la facilidad para adquirir armas hace del país uno ideal para la violencia, el imperio del miedo colectivo, un estado psicológico que ya está en el imaginario de la gente desde el referido atentado del 11S. Más allá del momento electoral que se vive en Estados Unidos y de lo que vayan a decir Trump y Harris durante su primer debate, mirando el asunto de fondo, es el Congreso (Capitolio) el que tiene en sus manos el poder para corregir la referida fragilidad legal. El momento de la historia de los Estados Unidos es otro –atrás quedaron los tiempos de los vaqueros en el denominado Viejo Oeste o Salvaje Oeste (1865-1890)–, y es deber de sus autoridades adecuar las normas jurídicas a la realidad tan compleja que le sigue tocando al hegemón del planeta, que por paradoja de sus propias circunstancias, se ha convertido en la nación más vulnerable del mundo.
(*) Excanciller del Perú e Internacionalista
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