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El último truco del prestidigitador

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Fecha Publicación: 13/06/2025 - 21:40
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Cuando un gobernante necesita convertir cada crisis en un acto de escapismo, deja de actuar y solo sobrevive. Ese es el caso de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España, quien se encuentra atrapado por el informe de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO), que implica a Santos Cerdán, figura prominente del PSOE, en una compleja trama de corrupción.
Frente a esta revelación, Sánchez no responde con hechos ni asume responsabilidades. En su lugar, apela al relato, a las emociones, al enemigo invisible, y a una narrativa de victimismo. Su objetivo no es aclarar, sino salir ileso, adoptando la imagen de víctima del “fango” y de conspiraciones orquestadas en su contra. Sin embargo, lo que está en juego no es solo su imagen personal, sino la legitimidad del propio gobierno español. Sánchez parece privilegiar el espectáculo sobre la verdad con el único propósito de mantenerse en el poder.
El documento policial es contundente. La UCO vincula a Cerdán con una red de favores, pagos irregulares y tráfico de influencias que se extiende hasta la médula del Partido Socialista y del Ejecutivo. A pesar de ello, el presidente sigue un libreto conocido: victimismo, solemnidad medida y acusaciones de persecución política. Sin embargo, cada vez menos ciudadanos se dejan hipnotizar por esta puesta en escena.
Ya antes, escándalos como el de César Ábalos, el “Delcygate” que lo conecta con el régimen de Maduro, los indultos a separatistas y sus constantes silencios cómplices habían puesto a prueba la paciencia democrática del país. El ambiente político está tan tensionado que incluso sus aliados comienzan a expresar malestar. Aitor Esteban, del PNV, se mostró sorprendido por cómo Sánchez utilizó el informe como si fuera una sentencia definitiva, en lugar de asumir la necesidad de una explicación transparente.
Mientras tanto, en la calle Ferraz de Madrid, cientos de ciudadanos reclaman claridad, y desde la oposición, el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, ha sido tajante: “La corrupción es la marca de agua de este Gobierno”. Esta percepción ha cruzado fronteras. Medios internacionales como The Times publicaron artículos demoledores que retratan a Sánchez como un líder que vacía los principios democráticos en nombre de su permanencia. Le Monde y otros medios europeos coinciden: no se trata solo del prestigio del presidente, sino del daño a la institucionalidad democrática española.
Lo que urge no es otro relato, sino otro liderazgo. No basta con sacrificar peones ni con estirar el calendario mediante comparecencias calculadas. Se necesita una ruptura con la simulación: reconocimiento de errores, sanciones ejemplares y reformas reales. Persistir en estrategias narrativas solo prolonga la agonía institucional.
El PSOE debe decidir si continúa siendo la corte de un ilusionista o si retoma su vocación socialdemócrata.
El espejo de lo que sucede en España se refleja en el sur de Latinoamérica. En Argentina, la Corte Suprema confirmó la condena de seis años de prisión e inhabilitación perpetua contra Cristina Fernández de Kirchner por administración fraudulenta. Como Sánchez, Kirchner ha tejido una narrativa de persecución y “lawfare”. Pero allí, la justicia habló con contundencia.
¿Tendrá España la valentía institucional para hacer lo mismo?
Perú, también habituado a prestidigitadores con poder, tiene mucho que aprender. No basta con denunciar al ilusionista. Hay que desmontar su escenario. La democracia no necesita prestidigitadores, sino verdades, por duras que sean, y liderazgos que las enfrenten.

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