EL SÍNDROME DEL ÚLTIMO AÑO DE GOBIERNO
En el ámbito de la economía, el último año de los gobiernos está lleno de oportunidades y también de peligros y tentaciones de los gobernantes, y pueden hacerse cosas muy malas o también muy buenas. El gobierno saliente quiere dejar su huella, o hacer negocios antes de irse, y el Congreso llega igualmente, por un lado, cansado, y deja pasar muchas cosas, y por otro lado también los Congresistas quieren dejar su proyecto favorito en el presupuesto de cierre, ya sea por intereses crematísticos o para una futura reelección. Solo para recordar algunas, entre las malas basta recordar el contrato de la Interoceánica con Odebrecht en el último año de Gobierno de Toledo donde se pagaron US$35 millones de coimas para una obra de muy baja rentabilidad socio económica que aún seguimos pagando, o el gasoducto del sur en el Gobierno de Humala que hubiera implicado, si se completaba, un riesgo de US$7mil millones para el estado, por la inexistencia de un mercado suficiente para el gas en el sur, y frente al cual tenemos arbitrajes de U$2mil millones aún pendientes con altas posibilidades de perder. Entre las buenas cabe mencionar la Ley de Promoción Agraria 27360, que tantos réditos le dio al país en Setiembre del 2000, a fines del gobierno de Fujimori, y a fines del Gobierno de García, se bajo el IGV 1% y el ITF a un monto insignificante, estimulando la economía. Se concesionó el Puerto de Callao, y Centrales Hidroeléctricas por 2,000 mega watts, y se completó la línea 1 del Metro de Lima hasta San Juan de Lurigancho, además de dejar un superávit fiscal al siguiente gobierno, después de decenas de años.
Actualmente estamos en una situación atípica de fines de un período gubernamental. Tenemos un gobierno débil de bajísima o nula aprobación y legitimidad, y un congreso de las mismas características, pero fraccionado y con dificultad de llegar a consensos para los temas cruciales en la economía y bienestar del país. Las tentaciones populistas ya se están haciendo evidentes no solo en el gasto público, sino en leyes que afectan la buena marcha económica del país. Los ejemplos son larguísimos de enumerar y la agenda de la Comisión de Economía y la de Presupuesto están llenas de desaguisados y presiones de gasto absurdas. Por lo mismo quienes tenemos un interés en una buena economía para el Perú, desde el obrero o empleado de una empresa que solo quiere menos inflación y un mejor salario, hasta los empresarios y gremios que buscan mantener su competitividad con menos trámites y restricción al comercio, así como los medios de comunicación responsables, debemos estar vigilantes y alertar enfáticamente de los peligros que se pueden cernir sobre la economía peruana de quiénes hemos actuar con irresponsabilidad, múltiples veces en la última década.
El nuevo ministro de Economía recibe una situación expectante y mucho mejor que la que recibió su antecesor; una economía en crecimiento, una inflación muy baja, un enorme superávit comercial, un déficit fiscal cayendo, y un crecimiento de la recaudación fiscal de 15.6% frente al año pasado, aunque un peligroso crecimiento de 7.6% en el gasto, especialmente el gasto corriente. Además, el ministro Salardi dejó una serie de reformas en marcha que objetivamente son muy positivas para el país y deben de continuarse. El ministro de Economía nunca es el más popular del gabinete y muchas veces sus decisiones o firmeza, especialmente frente al gasto, no le ganan simpatías ni en el gabinete, ni en el Congreso, pero su papel no es ser simpático, si no un duro cancerbero con el uso de los recursos de todos los peruanos.
El señor Pérez Reyes tiene varias pruebas por delante en este último año, empezando con mantener la calificación crediticia tan dificultosamente ganada para el país. Continuar con las reformas que permitan el crecimiento de la economía, no solo con el piloto automático que le permiten los vientos a favor, si no presentar un presupuesto realista y bien financiado para el 2026 y negociar hábilmente su aprobación en el Congreso. Aunque siempre puede recurrir, de no aprobarse, a que se apruebe el proyecto de presupuesto del Ejecutivo, previsto en la Constitución. Mal haríamos en descalificar al ministro desde ahora, pero mantengamos unas expectativas vigilantes para el buen desarrollo de la economía del Perú que nos atañe a todos y levantemos la voz frente a errores o decisiones equivocadas.
Por Ismael Benavides
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.