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El silencio telúrico de Dina TV

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Fecha Publicación: 01/07/2025 - 21:50
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Llego a Lima luego de tres semanas viajando por algunos países del África subsahariana. Tras quedar maravillado con [Cataratas Victoria] -> las cataratas Victoria (Zimbabwe), Ciudad del Cabo (Sudáfrica) y visitar la celda donde Mandela pasó encarcelado 19 años de su vida en [Rhode Island] -> Robben Island, encuentro Lima tomada por una intensa llovizna que viene causando estragos en una urbe no diseñada para enfrentarla.
El temblor que asustó a los limeños días antes de que aterrizara nos tiene preocupados ante un posible terremoto que ese prolongado silencio telúrico tendría pendiente para esta parte del planeta.
Pero el silencio telúrico no fue el único que reencontré. La presidenta Boluarte mantiene un silencio con medios de prensa que supera los 250 días. Y el domingo despertamos con un silencio forzado perpetrado por no sabemos qué mafia u organización criminal, quitándole la vida al exgerente municipal José Miguel Castro.
Lo más irónico es que la denuncia de la semana contra el gobierno es haber descubierto que la presidenta Boluarte tuvo la trilladísima idea de imitar un programa propio en televisión nacional, como en su momento lo tuvieron presidentes como Hugo Chávez y Nicolás Maduro (Venezuela), Rafael Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia), Cristina Fernández de Kirchner (Argentina), Andrés Manuel López Obrador (México) y Daniel Ortega (Nicaragua).
Supongo que el objetivo sería contrarrestar su alicaída imagen pública, esa que se refleja en las encuestas de opinión con una cifra que fluctúa entre los márgenes de error: ±3%.
Irónico, porque la idea entra en profunda contradicción con el silencio al que nos tiene acostumbrados. ¡Me explico!
No es que los silencios gubernamentales sean buenos o malos. O son estratégicos o no lo son. Si el gobierno tuviese una política de comunicación [transparencia] -> transparente informativa, los silencios gubernamentales y, en especial el de la presidenta Boluarte, serían estratégicos. Pero cuando esta no existe —como es el caso— los silencios cómplices se convierten en comportamientos evasivos de una realidad que no queremos aceptar.
Lo cierto es que imaginar un programa dominical donde la presidenta hable de su visión del país y de su gestión gubernamental no es una idea descabellada. Pero no basta con imaginarlo sin desmenuzar profesionalmente el impacto que tendría en la opinión pública, en especial si la protagonista carece de las competencias necesarias para lograr el objetivo de comunicación deseado.
Cierto es también que hoy la tecnología, la inteligencia artificial y el control de información permiten salvar muchas de las deficiencias comunicacionales que tendría la conductora del programa, pero eso no quita el problema de fondo: no es el medio de comunicación el verdadero problema, sino el producto que pretendemos mostrar.
Un mal mensajero siempre será contraproducente para lograr el objetivo de difusión. El reto es que cumpla con el ABC de una comunicación estratégica: que el mensaje sea verosímil y/o creíble. Lamentablemente, este gobierno carece de ello.

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