“El Señor te guarda de todo mal”
Queridos hermanos, nos encontramos ante el domingo XIX del tiempo ordinario. ¿Qué nos dice la primera Palabra? El libro del Éxodo nos narra la batalla de Amalec contra Israel y nos muestra cómo vence el pueblo elegido por Dios: “Mientras Moisés tenía en alto las manos, vencía Israel; mientras las tenía bajadas, vencía Amalec”. La Palabra lo explica muy bien, a través de la oración que tiene el poder de invocar el nombre de Dios para que escuche nuestras súplicas. Hermanos, frente a los problemas que tienes en tu vida, levanta las manos, reza y verás que Dios hace milagros en tu vida. “Señor, Hijo de David, ten piedad y misericordia de mí que soy un pecador”, este fue el grito del ciego y fue curada su ceguera. No temamos en aclamar a Dios que siempre está presto a escucharnos. Respondemos a esta lectura con el salmo 120: “Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra”. Hermanos, levantemos nuestros ojos a los montes desde donde nos viene el auxilio, y solamente rezando y dando limosna, el acompañamiento predilecto de la oración; veremos así, como lo dice el salmo: “No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; el Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma”.
La segunda lectura es de la segunda carta de san Pablo a Timoteo: “Toda Escritura es inspirada por Dios y además útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena. Hagamos la Lectio Divina y escrutemos la Palabra de Dios, encontraremos así la sabiduría necesaria para corregir, educar y reprender en las virtudes de Dios. Esta es la base necesaria para afrontar las necesidades y dificultades de la vida. El evangelio de san Lucas nos dice: “Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer. Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres”. Y es esto lo que observamos hoy, a la justicia terrenal no le importa más que sus intereses, ni el hombre ni Dios. “En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: Hazme justicia frente a mi adversario”. Cabe resaltar que las viudas conformaban el estamento más pobre del pueblo de Israel. “Dijo el juez: Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme. Y el Señor añadió: Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? Entonces, ¿acaso Dios no va a escuchar nuestras oraciones en las que insistimos a tiempo y a destiempo?”.
Dios no pasará de largo si escucha nuestro grito, así que insiste como aquella viuda. Gritemos a Él, recemos y veremos cómo nuestros problemas se resolverán con su ayuda. Y recordemos siempre que esos problemas en nuestras vidas están ahí para volver los ojos a Dios. Retornemos siempre a Dios, con nuestra humildad y precariedad, nuestra realidad. ¿Encontrará esta fe en la tierra?, es la pregunta con que concluye el evangelio y es la fe que Dios nos quiere dar para vivir en alegría, y así vencer a aquel que destruye y nos roba la vida y la alegría. Que esta Palabra de Dios que está viva y es eficaz, se haga realidad en nuestras vidas. Que la bendición de Dios esté con ustedes y sus familias. Recuerden escribirnos al WhatsApp de la diócesis del Callao para recibir las reflexiones de cada día. (965392608).