«El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres»
Queridos hermanos, estamos celebrando el Segundo Domingo de Adviento. Hemos comenzado un nuevo año litúrgico, y en este tiempo recordamos que Dios viene, que Dios está presente entre nosotros. Este domingo nos invita a reflexionar sobre la llegada de Jesús, Dios hecho hombre, quien se acerca para salvarnos.
La primera lectura del libro de Baruc nos dice: “Despójate de tu vestido de luto”. Esto significa dejar atrás la tristeza, el engaño y el desánimo, para revestirnos de alegría y esperanza. Es un llamado a vestirnos con el esplendor de la resurrección y la justicia, como quien porta una túnica blanca. Baruc anuncia que el Señor ha ordenado que los bosques y los árboles aromáticos preparen un camino para el Mesías, quien trae la verdadera alegría.
En algunos países, este domingo también se celebra la solemnidad de la Inmaculada Concepción, donde recordamos a María, la primera cristiana, la primera que creyó plenamente en Dios. Ella es la Madre de Emmanuel, el Dios con nosotros. En el libro del Génesis, después del pecado original, Dios pregunta: “¿Dónde estás?”. Esta pregunta dirigida a Adán resuena en nosotros cada vez que nos encontramos con nuestro pecado y sentimos la necesidad de escondernos. Adán culpó a Eva, y Eva culpó a la serpiente. Este relato refleja cómo el demonio nos incita a vivir para nosotros mismos, apartándonos del amor, de nuestras relaciones, y de Dios. Sin embargo, María aparece como la nueva Eva, la que, escuchando y obedeciendo a Dios, trae la salvación al mundo a través de su Hijo.
El Salmo 97 nos invita a cantar un cántico nuevo al Señor, porque “ha hecho maravillas”. Este canto de alabanza reconoce la victoria de Dios sobre el mal y su misericordia para con su pueblo, Israel. La alegría que brota del salmo también se refleja en la experiencia de Adviento: la certeza de que Dios está actuando en nuestra historia, venciendo al demonio y trayéndonos salvación.
En la segunda lectura, tomada de la carta a los Filipenses, San Pablo nos anima a que nuestro amor crezca en conocimiento y discernimiento, para que podamos apreciar los valores verdaderos. Este crecimiento en el amor nos lleva a una vida cargada de frutos espirituales, vivida para la gloria y alabanza de Dios.
En el Evangelio de Lucas, se nos presenta a Juan el Bautista, quien predica en el desierto un bautismo de conversión para preparar el camino del Señor. “Una voz que grita en el desierto”, dice el evangelista. Esta voz nos invita a allanar los senderos, rellenar los valles y enderezar lo torcido. Es una metáfora de nuestra conversión, de eliminar los obstáculos en nuestras vidas que nos impiden recibir al Mesías.
Juan nos recuerda que quien viene después de él es más fuerte, Jesús de Nazaret, el Mesías que trae el perdón de los pecados. La misión de Juan es preparar al pueblo para la llegada del Salvador, llamándonos a la conversión y la esperanza.
En la solemnidad de la Inmaculada Concepción, el relato del Evangelio nos lleva a Nazaret, donde el Ángel Gabriel saluda a María diciendo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. María es la llena de gracia, elegida por Dios para ser la madre del Salvador. Ante la pregunta de cómo será esto, el ángel le responde que el Espíritu Santo vendrá sobre ella, y el poder del Altísimo la cubrirá con su sombra. Este acto de fe y obediencia de María nos inspira a aceptar la voluntad de Dios en nuestras vidas, aun cuando parezca imposible.
El ángel le asegura: “Nada es imposible para Dios”. Esta promesa también es para nosotros. Donde nosotros vemos límites, Dios ofrece gracia y posibilidad. María responde: “Hágase en mí según tu palabra”, una respuesta de entrega total que debe ser modelo para nuestra vida cristiana.
Queridos hermanos, este Adviento es un tiempo para renovar nuestra esperanza y prepararnos para recibir a Cristo. Sigamos el ejemplo de María, aceptando con fe la voluntad de Dios y permitiendo que su gracia actúe en nosotros. Que este tiempo de espera sea también un tiempo de conversión y alegría, para que podamos reconocer la presencia de Dios en nuestras vidas.
Feliz domingo de Adviento y feliz solemnidad de la Inmaculada Concepción. Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre vosotros. Rezad por mí, y muchas gracias.
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