El secreto para una reforma del Congreso
Si me preguntaran cada qué tiempo son necesarias las reformas, mi respuesta sería que las reformas se hacen cuando el resultado de lo que se está haciendo ya no son favorables. Eso es lo que pasa en el Congreso y no refiero al manejo actual, sino al comportamiento de los últimos 30 años. Los problemas en el Congreso tiene dos ejes: el primero relacionado a su organización política y el segundo a su soporte administrativo. Algunos parlamentarios creen que su productividad depende del número de órganos y sienten que cuando más órganos de trabajo existan como las Comisiones, por ejemplo, la población los aplaudirá. Eso no es verdad ya que durante los noventa cuando el Congreso tenía pocas Comisiones la productividad era alta. Lo mismo sucedía con el soporte administrativo ya que con menos órganos y personal el parlamento funcionaba mejor. Hoy ambas organizaciones han crecido pero no en el “músculo”, sino en la “grasa”. Al parecer algunos parlamentarios están reflexionando en la necesidad de reducir el número de Comisiones Especiales y de Investigación, pero también sería necesario pensar en las Comisiones Ordinarias para fusionarlas con más integrantes y que éstos se mantengan por los cinco años con el fin que se conviertan en parlamentarios especializados en los temas que trabajan. Hoy al inicio de la legislatura anual el cuadro de Comisiones Ordinarias se renueva y la especialización no existe, amén del tiempo que el Congreso demora en aprobarla que en promedio es un mes.
En el plano administrativo se hace necesario renovar el Servicio y en ello se está actuando bien al haberse aprobado incentivos voluntarios para el retiro, de esa forma el Servicio Parlamentario renovará sus empleados que hoy alcanzan en promedio más de los cincuenta años.
La bicameralidad se ha convertido en una preocupación del Congreso. La tarea de adecuar la infraestructura y una organización no es tarea fácil, sin embargo igual se pensaba en los noventa cuando tuvimos que adecuarnos a la unicameralidad y el resultado fue que el parlamento peruano se convirtió en un modelo para los parlamentos de América y Europa. El secreto de una reforma está en hacerla pensando en la institucionalidad y no hacerla pensando en los intereses individuales que es lo que ha sucedido en los últimos treinta años. Si se quiere el éxito, hay que hacer un estrategia con la participación de los congresistas y empleados.
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