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El secreto del tercer brazo

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Fecha Publicación: 21/07/2019 - 21:10
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El escritor y doctor en Letras Ricardo Sumalavia, cultor de microrrelatos y estudioso de la literatura oriental, ha publicado recientemente Historia de un brazo (Seix Barral, 2019), una obra no solo breve sino minimalista. La novela, estructurada sobre la base de capítulos de dos páginas o una sola frase, y escrita con prosa accesible, manifiesta de por sí una intención de estilo narrativo en el que el lenguaje y los recursos técnicos se subordinan a la historia que se quiere contar, y permiten construir una espléndida nouvelle con giros entre expresionistas y policiacos. Un tercer brazo del padre, producto de una aparente malformación genética, se revela en la narración del hijo como un ente vivo y autónomo, pero también como una presencia intrusa, maligna y obscena. Se desliza también la idea del doble, aunque en tono de chanza paterna, en tanto el brazo sería la expresión mutilada (pero aun así sobreviviente) del gemelo no nacido. Esta última imagen se conecta perfectamente con las duplicaciones entre los nombres de los personajes “reales” de la historia y los que conviven en la memoria deteriorada del padre, o los que surgen de la creación ficcional del narrador (quien es el único personaje innominado); confusiones, complicidades e intercambios de identidades que involucran no solo al padre y al hijo sino a una galería de personajes secundarios, como el enano Sebastián, el tío Elías o Tamara, en un trama que se complejiza desde un inicial retrato de familia a partir de la muerte paterna, hasta un desenlace entre macabro y pesadillesco en el cual el “brazuelo” es protagonista (en ese sentido, es un anuncio la alusión a La mano , una de las primeras películas de Oliver Stone), si bien matizado porque su temporalidad se ubica en el pasado y no en el presente de la historia. Por supuesto Historia de un brazo también admite una lectura alegórica. “La conciencia es más que la espina, es el puñal en la carne”, escribió el filósofo rumano Emil Cioran. En este caso, el “tercer brazo” paterno no sería en estricto la conciencia, tampoco el superyó freudiano, pero quizá sí el subconsciente, lo reprimido y prohibido por la cultura, el reino de las pulsiones que cuando se desatan creativamente pueden ser un ejemplo de buena literatura, como esta breve pero significativa novela.