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El racismo no permite la unidad y el desarrollo de los peruanos

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Fecha Publicación: 20/03/2024 - 21:50
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El Perú es un país racista. Así comienzo mi columna. La discriminación racial existe y en el propósito de acabarla es que el 26 de octubre de 1966, la Asamblea General de la ONU, por la Resolución 2142(XXI) proclamó el 21 de marzo como hoy “Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial”. Aunque existe una sola raza que es la humana, no se ha podido evadir la cruda realidad de que hay seres humanos que desprecian a otros por el color de su piel o por sus facciones físicas, es decir, por su estructura biopsicosocial y al desdeñarlos afloran prejuicios, siempre por mirarse al espejo erradamente como superiores. La discriminación racial existe en todas partes del mundo y esta realidad no significa que debamos tolerarla. Que persista es una completa inconsistencia antropológica. Los racistas son verdaderos acomplejados, pero sobre todo perfectos ignorantes. Una persona formada en valores y cultivada en el conocimiento podrá romper las cadenas que pudiera haberlo atado a su entorno distorsionado, generalmente el familiar o doméstico donde la exigencia, mirando los peldaños de la superación, es “el mejoramiento de la raza” como persiste en Perú. Es verdad que físicamente no somos iguales, pero esa no es una razón para sostener o avalar conductas racistas. Hay hombres altos y hombres bajos. Hay hombres atléticos y hombres enclenques.

Aunque en el proceso histórico de la sociedad internacional los blancos, que controlaron los modos de producción, sometieron a los negros a la condición de esclavos e impusieron un dominio racista, poco se dice que los negros también son racistas respecto de los blancos. Por ejemplo, hay quienes afirman que los negros son más fuertes que los blancos. Aunque podrían serlo, para la ciencia médica a la que siempre debemos recurrir para no escribir disparates, sostenerlo es un completo error. Óscar Ringo Bonavena (1942-1976), eximio boxeador argentino de peso pesado, en las 69 peleas que tuvo durante su carrera –murió asesinado–, solo perdió una antes del límite en combate y fue ante Muhammad Alí, el rey del box de todos los tiempos. En nuestro país el racismo sigue intacto porque nuestros gobernantes en 203 años de vida republicana no hicieron nada para empoderar hasta las nubes nuestro mestizaje que debiendo volverse nuestra mayor fortaleza, se convirtió en una desdicha y hasta en un oprobio, porque a muchos no les gusta ser identificados como mestizos. Este ha sido el drama nacional convertido en fractura que no hemos hecho nada por erradicar. No faltaron quienes, más allá de las indiscutibles falencias políticas del expresidente de la República, Pedro Castillo, me llegaron a preguntar por qué había sido canciller de un “presidente cholo o serrano”. Sin hipocresías que profesándolas también pido a mis lectores, no lo decían porque Castillo fuera un mandatario de izquierda, sino, en cambio –seamos claros– por su raza, por sus facciones físicas, las que por supuesto nunca creí ni creo argumento sostenible por sus adictos para una defensa o justificación ante su consumada defenestración del más alto cargo en el Estado peruano. Pero la realidad es que había quienes no lo querían presidente por su mestizaje dominante, harto concebido como oprobio y para nuestra desgracia, ajena de ser asumida como una virtud histórica heredada del sincretismo entre la sociedad precolombina y España. No fue, entonces por capricho, que el celebrado escritor Ricardo Palma, lo denunció en el siglo XIX, soltando a los cuatro vientos que “el que no tiene de inga tiene de mandinga”. El racismo es uno de los mayores óbices para nuestro desarrollo nacional. No somos capaces de acabarlo y esa es la razón central de la persistencia de nuestra fractura histórica. No nos engañemos porque negarlo siempre será peor. Mientras no se dé la revolución educativa que libere al Perú de las cadenas de la ignorancia, el racismo nos seguirá dividiendo.

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