El quechua digital y la productividad del Ande
En el país existe una brecha de productividad debido al centralismo de Lima, así lo muestra el Índice de Competitividad Regional – INCORE 2021, que señala las significativas diferencias de productividad entre Lima (7.6) y las regiones donde hay mayor presencia de quechuahablantes: Apurímac (4.2), Ayacucho (4.0), Huancavelica (3.1), Cusco (4.3), Puno (3.5), Huánuco (3.6), y Ancash (4.6), lo que da un promedio de 3.9 de productividad, aproximadamente el 50% del índice de Lima; esta brecha sería mucho mayor si no se incluyera las actividades mineras y energéticas, que generan ingresos significativos.
La productividad de la agricultura rural andina es muy baja, y generalmente de subsistencia, pues desarrolla una producción tradicional, que utiliza mucha mano de obra familiar, pocos insumos comprados y bajos niveles tecnológicos. Esta agricultura es desarrollada por personas quechuahablantes, que utilizan únicamente su quechua materno, que no dispone de vocablos tecnológicos, ni siquiera de la Era Industrial.
Debemos recordar que los quechuahablantes, en los últimos 30 años, se han reducido en casi un 60%, así lo demuestran los censos (INEI) de 1993 al 2017; esto se debe a que la lengua quechua no ha ingresado a la Era Digital, que se inició en 1990 al articularse la internet con la computadora personal.
Pese a que los quechuahablantes en estas regiones (rurales andinas) en promedio llegan al 40% del total de la población, el castellano es el idioma dominante y oficial, y el único en ser usado en situaciones formales, lo que impide que gran parte de la Población Económicamente Activa, acceda a trabajar con su quechua nativo.
Nuestra experiencia tecno-pedagógica en las comunidades campesinas de Fuerabamba y Pamputa, en las Bambas (Apurímac 2007), demuestra que, a pesar de que los niños quechuahablantes pasan por 6 años de primaria y algunos por 5 más de secundaria, no dominan el castellano y no tienen acercamiento a la tecnología en su idioma nativo, por lo que no son capaces de ser productivos en quechua ni español. La mayoría de ellos, al no encontrar trabajo con lo aprendido en el colegio, retornan a su comunidad y olvidan el castellano, declarándose únicamente quechuahablantes.
Corregir esta situación, requiere que se forme, con egresados de secundaria y técnicos y profesionales de la zona, a facilitadores tecno-digitales bilingües itinerantes, que ayuden a articular a las poblaciones quechuahablantes dentro de la escuela y de las distintas actividades productivas, para que promuevan el uso de tecnología en la educación, capaciten a los docentes y les sirvan de nexo con los estudiantes y los pobladores de la zona.
Estos facilitadores bilingües deben estar en condiciones de solucionar problemas de conectividad, Internet, electricidad, paneles solares, y otros, así como identificar, administrar las necesidades de tecnología y utilizar las diversas plataformas digitales en español y quechua, para contribuir con la mejora de la calidad de la educación andina, en sus diferentes niveles.
La revalorización del quechua debe iniciarse con la inclusión de los vocablos tecnológicos, generados a través de experiencias educativas con niños en Ayacucho (1996), con jóvenes comuneros en Apurímac (2007) y en Lima, con estudiantes de educación técnica superior, provenientes de Ayacucho, Huancavelica y Apurímac (2015-2017), con asistencia del Instituto de Lenguas Orientales de la Sorbona. Estos vocablos, además, han sido validados por el MIT, con su software gratuito educativo en quechua, Scratch – Kichwa.
Sin duda, la principal barrera que genera desigualdad es la lingüística, acrecentada por la ausencia de vocablos tecnológicos.
Si bien es cierto que existen variedades de quechua, es necesario que tecnológicamente se transite por uno solo: el quechua sureño (por ser el más hablado), siguiendo el ejemplo de la China que, con 200 lenguas, muchas con escritura, tecnológicamente optó por el Chino Mandarín.
Recordemos que la cultura Inca es considerada de la más tecnológicas del mundo antiguo, y el quipu como lo más cercano al código informático y a la computadora. Ya es tiempo de que los niños y jóvenes andinos, que también son digitales, estudien y trabajen con la tecnología de su época, tal como lo hacían hace 500 años.
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