«El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido»
Hermanos:
Estamos ante el Domingo XXXI del Tiempo Ordinario. Ya nos estamos acercando al final del año litúrgico, donde Jesucristo se presenta como el único Señor, el Rey de la creación. Por eso dice el profeta Malaquías en la primera Palabra: «Yo soy el Gran Rey, y mi nombre es respetado en las naciones –dice el Señor de los ejércitos–.
Y ahora os toca a vosotros, sacerdotes. Si no obedecéis y no os proponéis dar gloria a mi nombre –dice el Señor de los ejércitos–, os enviaré mi maldición.» El Señor nos está invitando a despojarnos de nosotros mismos. Tú no puedes despojarte de ti mismo y darte al pobre, al prójimo, pero el Señor, que tiene poder, puede hacerlo por nosotros.
Respondemos con el Salmo 130: “Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas… modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre”. Hermanos, unámonos al salmista y con la dulzura de este canto pidámosle esto al Señor desde el fondo de nuestro corazón.
La segunda Palabra es de San Pablo a los Tesalonicenses, nos dice el Señor: “Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos… al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios”. Hermanos, escuchemos la Palabra de Dios, de los catequistas, que viene a transformar nuestra vida, que nos anuncian a Jesucristo, el amor del Padre, el perdón de nuestros pecados.
El Evangelio que de San Mateo dice: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos…” ¿Por qué dice esto? Porque en el templo de Jerusalén había cuatro sinagogas y cuatro cátedras que se llamaban la Cátedra de Moisés. Si vais vosotros a una sinagoga veréis la cátedra de Moisés esculpida, porque es donde habla la Torá, es decir, la ley de Moisés, lo más sagrado para los judíos.
Jesucristo es el único que ha cumplido la Torá y dice: “Haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar”. Hermanos, seamos humildes, tengamos misericordia.
“Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto…” fijaros que es todo hipocresía, son maestros de la verdad, pero no viven lo que predican. Jesucristo nos muestra la medida de ser cristiano: ser un servidor, ponerse a los pies del otro, ser esclavo del otro, porque “el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
El verdadero maestro es el que está en la cátedra de Moisés, es la que lleva la cruz de Jesucristo. La cruz es la gran señal que están esperando los alejados para seguirnos, porque en ella está la libertad, aparece un manantial inagotable de Vida Eterna.
Hermanos, que esta Palabra nos ayude a ser verdaderamente humildes, que es la gran novedad que presenta la Iglesia al mundo de hoy. Tantas guerras en el mundo que estamos viendo y que también en nuestras familias estamos constatando, es por nuestra soberbia, es por nuestro orgullo.
Que la cruz de Jesucristo, que viene a buscar a los pobres, nos lleve la Vida Eterna. Que la bendición de Dios Padre todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao
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